martes, 8 de noviembre de 2011



LOS CELOS INFANTILES, ORIENTACIONES

En un artículo anterior tratamos el tema de los celos infantiles, sus posibles causas, los celos y la educación en el hogar, así como algunas estrategias para tratar que esta etapa, normal en el desarrollo de los niños, no se convierta en una alteración de la convivencia y el desarrollo normal del niño.
En el presente artículo, y para completar el anterior, les vamos a dar algunas pautas de orientación para aquellas situaciones en las que aparecen los celos infantiles.
En primer lugar vamos a ver las situaciones que pueden dar causa a los celos en el niño/a:
CAUSAS DE LOS CELOS
Existen distintas situaciones que pueden provocar en el niño el temor a perder el afecto de los padres o el sentimiento de haberlo ya perdido. Entre ellas, podemos destacar:
- Nacimiento de un hermano: desde el punto de vista del hermano/a celoso/a, el recién nacido requiere que los papás le brinden una serie de cuidados y atención que provocan la pérdida de un tiempo que antes le dedicaban a él. La conducta de la mamá hacia los hijos cambia durante y después del embarazo, pudiendo volverse más impaciente o con mayor facilidad a enfadarse: éstos cambios, que están asociados a la gestación, provocan que el hermano haga responsable de ellos al bebé.
- Los favoritismos y preferencias de los padres: a veces de una forma abierta y otras solapadamente, los papás manifiestan preferencias por uno de los hijos, lo que crea celos en los otros. Puede existir una situación especial que se crea entre dos hermanos cuando alguno de ellos presenta algún tipo de deficiencia, sobre todo física, con lo que acapara la atención y protección de los papás.
- La excesiva dependencia o necesidad de uno de los padres por parte del niño: normalmente de la mamá, lo cual provoca celos hacia al otro progenitor por considerarle rival.
- El sentimiento de inseguridad y de inadaptación: el niño o la persona insegura habitualmente envidia a los demás; estos sentimientos suelen ser el resultado de situaciones de ridículo en la infancia, de sentirse rechazado o bien criticado de forma severa. Hay que evitar alentar la competencia entre hermanos, pues ello favorece la presencia de los celos.
Al niño/a no le es fácil compartir a su mamá ni con el papá ni con el hermano, pero con éste último le es más difícil porque es más parecido a él.
EL PRIMOGÉNITO ANTE EL NACIMIENTO DE UN HERMANO
Las reacciones del primogénito ante el nacimiento de un nuevo hermano, dependen más de la edad en que se produce el nacimiento que del sexo (aunque los niños se retraen más que las niñas)
Cuando la diferencia de edad es mucha, se puede producir que el hermano mayor mime excesivamente al pequeño y, de esta manera, lo vuelva dependiente y malcriado, por lo tanto es preferible evitar cargar al hermano mayor con la responsabilidad del hermano menor.
Cuando la diferencia de edad es poca, entre 18 meses y 4 años, es cuando más se agudiza la sensibilidad ante el nacimiento de un nuevo hermano. Las reacciones más frecuentes que se pueden producir son:

1. Cambios en el comportamiento:
  • Se incrementa la desobediencia
  • Más llorones y tercos
  • Irritables e inquietos
  • Agresividad creciente dirigida al principio contra la mamá y posteriormente contra el hermano
  • Retraimiento que desemboca en relación hostil con el hermano
  • Afectuosidad excesiva hacia el bebé.
2. Conductas infantiles
  • Comienza a chuparse el dedo
  • Vuelve a orinarse o defecarse encima
  • Utiliza de nuevo el "lenguaje bebé"
  • Vuelven las rabietas y pataletas
  • Se producen cambios en el sueño
  • Se incrementan las conductas rituales
3. ¿A qué niños afecta más?
Depende de varios factores:
  • Edad: en niños menores de 5 años se da más frecuentemente
  • Relación con los padres antes del nacimiento del bebé: Por parte de la relación con el papá, se ha comprobado que cuando el niño/a tiene una relación estrecha con él antes del nacimiento, los conflictos con la mamá tras el nacimiento del bebé son mucho menos marcados. Por parte de la relación con la mamá, cuando ésta se encuentra cansada o deprimida tras el nacimiento del bebé, habitualmente cambia su comportamiento y hábitos, incluidos los que tenía con el primogénito, motivo por el cual ante estos cambios, los primogénitos suelen reaccionar retrayéndose.

LOS CELOS DEL MENOR HACIA LOS MAYORES
No solamente el primogénito siente celos, también se da la circunstancia que los pequeños envidian a los mayores. El caso del niño de "en medio", en una familia de tres hijos, es el más difícil ya que puede sentir que no cuenta ni con las ventajas del mayor ni con las del pequeño. Algunas reacciones que se pueden dar en el niño/a:
El mayor le sirve de modelo, se identifica con él, quiere hacer las mismas cosas e imitándolo va aprendiendo por si solo y desarrollándose rápidamente. Esto, que puede ser beneficioso, se convierte en perjudicial cuando la identificación y admiración es tan grande que bloquea la personalidad del menor. Puede llevar a que el niño coloque al mayor como un "tope" imposible de rebasar y entonces el pequeño:
- Se aferra a la madre y no quiere crecer: se chupa el dedo, se orina, mantiene un lenguaje infantil,..., o
- Se vuelve un rival agresivo y envidioso: es lo más frecuente, muchas veces se intenta toda la vida superar a los otros; esta agresividad envidiosa se manifiesta principalmente en terquedad, como una oposición sistemática a lo que haga el mayor.
COMO AYUDAR A LOS HIJOS ANTE EL NACIMIENTO DE UN NUEVO HERMANO

1. Preparar al niño para la llegada de un hermano
La preparación ayuda mucho al niño, pero no por ello se evitan los celos. Aunque el niño/a lo comprenda todo racionalmente se puede sentir abrumado emocionalmente.
Lo fundamental para preparar al niño es que éste comprenda que se le va a seguir queriendo. No adelantaremos acontecimientos diciéndole que jugará con su hermanito ya que aún tendrán que pasar muchos meses para que esto ocurra.
Durante el embarazo, sobretodo si los niños tienen entre 4 y 6 años, será habitual que hagan muchas preguntas sobre temas sexuales y de reproducción; es un buen  momento para comenzar una buena educación sexual 
2. Cambiar lo menos posible la rutina del niño tras el nacimiento del hermano.
En distintos estudios se ha comprobado que la atención que recibe el primogénito disminuye considerablemente, al tiempo que cambia su rutina tras el nacimiento del nuevo hermano. Esto afecta mucho al niño/a, por lo tanto hay que procurar controlar su tiempo especial, los ritos para acostarse, seguir diciéndole lo mismo sobre lo que está permitido y lo que no,...
3. Mantener al niño/a aislado de la madre el menor tiempo posible.
Mientras que la madre da a luz, es habitual enviar al primogénito con otros familiares. Nuestra recomendación es que hay que tratar que se ocupe el papá y si no puede, que el niño/a esté alejado de la madre el menor tiempo posible. Incluso es conveniente que visite a su madre en la clínica, tratando que sea en un momento tranquilo en el que esté sólo la familia.
4. Hablar de "igual a igual" con el primogénito
La rivalidad suele disminuir cuando la mamá habla con el primogénito de igual a igual respecto al bebé. Comentar lo que el bebé puede sentir o necesitar, llamar la atención del niño ante el interés del bebé por él, hacia lo que le gusta y lo que no. Por ejemplo: "A ella le gusta mirarte","¿Se habrá enfadado por despertarle? "no sonreirá si le gritas porque le asusta un poco" "Escucha a la pequeña Isabella, quiere su tetero". También se puede preguntar al niño lo que cree que quiere o siente el bebé.
5. No hacer comparaciones
6. Prestar atención al mayor y hacer que lo hagan los demás
Es necesario dedicar cada día un tiempo exclusivo para el primogénito/a. El niño puede esperar este tiempo y confiar en él.
7. Nunca alejar al mayor por el nacimiento de un hermano
En muchas ocasiones, con la finalidad de tener más tiempo para atender al recién nacido, se confía al hermano mayor durante un tiempo a otras personas. Es muy necesario que evitemos esto, ya que la amenaza de abandono que el primogénito puede estar sintiendo, se concreta aún más y puede dar lugar a perturbaciones en su comportamiento, o a sentimientos dolorosos.
8.-No "consentirle" todo al pequeño
Muchas veces el pequeño se aprovecha de que los papás son más condescendientes con él. Esto puede traducirse en que comience a molestar al mayor destruyendo sus realizaciones y éste reaccionar con violencia. Hay que tratar de no reprender muy fuertemente al mayor, al mismo tiempo que no se consuela mimosamente al pequeño. Es mejor regañar al pequeño suavemente para que sea más cuidadoso y ayudar al mayor a rehacer su construcción.

Como hemos tratado en los dos artículos dedicados a esta temática, los celos son una etapa normal en el desarrollo de los niños/as, la cual hay que atravesar. No se pueden evitar, tan sólo ayudar a que sean menos dolorosos y a no fomentarlos. Como en todos los casos en que hay una conducta que hay que modificar, habrá niños/as que con una pauta verán minimizados su sentimientos celosos, así como otros en los que el sentimiento sea más pronunciado y por lo tanto necesitarán de los papás mayor atención y la aplicación de más pautas.
Como siempre les sugerimos, en caso de tener que seguir estas recomendaciones, no sólo deben hacerlo papá y mamá, sino que éstos deben hablar e informar a todos los familiares que participen en la formación y crecimiento del niño/a, con la finalidad que todos los miembros de la familia vayan en la misma dirección y no se produzcan contradicciones que provoquen, sin desearlo, la acentuación del sentimiento celoso.
JARDÍN INFANTIL PÁRVULOS
DIRECTIVA

jueves, 15 de septiembre de 2011

LOS CELOS INFANTILES


Los celos pueden surgir en los niños, ya sea hacia hacia los hermanos, o hacia cualquier persona por la que el niño manifieste este sentimiento, ya sea amigo, compañero/a del Jardín, ....
En primer lugar, queremos destacar que los celos son sentimientos de frustración y resentimiento, debidos a que el niño/a cree que debe tener la atención de una persona y no la tiene. Constituyen una reacción emotiva próxima a la ansiedad.
A pesar de que los celos pueden manifestarse hacia muchas personas, principalmente se dan en la familia, donde el principal motivo suele ser la rivalidad entre los hermanos por obtener la atención y afecto de sus padres.
El origen de los celos puede ser de dos tipos:

  1. Real: se produce especialmente cuando los padres hacen comparaciones entre sus hijos, (que comportan una agravio comparativo para uno de ellos)
  2. Imaginario: se producen cuando el niño malinterpreta la intención de sus padres, hermanos o compañeros

Los celos son una etapa relativamente normal, la cual se supera y que no revisa mucha importancia si son circunstanciales y pasajeros, pero las familias deben estar atentas cuando éstos comporten una alteración de la convivencia y el desarrollo normal del niño o sean persistentes y no remitan pasados los cinco años de edad. Si se perpetúan pueden conducir a un desarrollo anómalo de la personalidad, pudiendo dar lugar a que aparezcan síntomas como agresividad, manifiesta inseguridad, regresión y alteración en las relaciones interpersonales (desconfianza, terquedad y envidia).
Cómo tratar los celos infantiles:
En nuestra opinión, son varias las lineas de actuación para tratar este sentimiento:
  • Prevención: Es el medio más sencillo, natural y eficaz de evitar la reacción celosa.
  • Fortalecer la autoconfianza del niño, así como su seguridad personal tratando de evitar las comparaciones de afectos y capacidades.
  • Educación de la afectividad, los padres y familia deben resaltar valores como la cooperación, la confianza en los demás, el altruismo y una visión positiva de las relaciones humanas, y ofreciendo modelos familiares consecuentes con estos valores.
  • Modificación de conducta : es importante reforzar las conductas positivas e incompatibles con la reacción de celos e ignorar las inadecuadas
Los celos y la educación en el hogar.
Los padres que detectan el inicio de los celos en su hijo, se realizan multitud de preguntas: ¿Cómo debemos tratar a nuestro hijo para que los celos desaparezcan? ¿Debemos prestarle más atención que a los demás hijos? ¿Qué podemos hacer para que mejore su comportamiento? ¿Debemos tratarle con más afecto que a sus hermanos?
Estas cuestiones son lógicas y razonables cuando se quiere solventar la aparición de estos sentimientos en los niños, y vienen provocadas porque tal vez consideran que su forma de actuar respecto de su hijo puede haber sido la causa de la aparición de los celos en el niño/a. A pesar de que en algunos casos es así, los padres no deben sentirse necesariamente culpables de la aparición de los celos en su hijo/a, sino más bien deben enfocar su atención en prevenir o encauzar estos comportamientos
Ante un niño celoso, no es recomendable que los padres adopten una actitud demasiado permisiva ni excesivamente represora. No corregir la conducta celosa de forma correcta -- sin duras exigencias, pero también sin injustas tolerancias -- implica que los padres, sin ser conscientes, están enseñando a sus hijos a “odiar” a sus rivales. Los padres que permiten esas conductas, implícitamente le están enseñando al hijo que ciertos sentimientos de envidia y de odio pueden estar justificados, que compararse con los demás es lo normal, que descalificar al compañero porque tiene más o mejores habilidades que nosotros es algo corriente. Por otra parte, una atención exagerada al comportamiento celoso de l niño/a, o las insistentes referencias al problema, pueden contribuir a prolongar lo que tal vez sólo era una conducta sin importancia.
Si los celos se dan en un hermano mayor por la llegada de un bebé, los celos pueden resolverse a través del fomento en el niño/a de actitudes de imitación, las cuales permitan al hermano mayor celoso imitar a la madre en las tareas y cuidados que ésta realiza con el recién nacido. Por imitación e identificación con la madre, el niño celoso madura rápidamente y su deseo de ser mayor le hace apartarse hasta declinar competir con su hermano recién nacido por el afecto y la atención de su madre. En este caso las consecuencias de los celos pueden ser positivas, ya que se pueden convertir en un gran recurso para la pronta maduración del niño celoso.
Las madres desempeñan en la educación afectiva una importante e irreemplazable función, pues la conducta de apego entre sus hijos y ellas no es simétrica ni se sitúa al mismo nivel. Para un/a niño su madre es única e irremplazable, mientras que para muchas madres el amor de su pequeño es también irremplazable y único, pero de otra manera, ya que deben atender a las demandas de afectos que les hacen los otros hijos.
Las familias deben tratar de implantar en los hijos actitudes cooperativas y evitar las competitivas. Este proceso, implica la necesidad de educar a los hijos en la solidaridad y el altruismo, y destacar todas las actitudes y comportamientos en los que estos valores se vean reflejados. Si desde que el niño/a es pequeño aprende a ser generoso, a compartir lo que es suyo pero que quizás otro de sus hermanos puede necesitar, sin duda su competitividad será menos egoísta y más madura, a la vez que mejorara su actitud hacia la cooperación.
Lo comentado en el párrafo anterior, lo hacemos cuando les enseñamos a prestar sus cosas, a colaborar, aunque sólo sea estando presente, a responsabilizarse y cumplir con el encargo que se le ha hecho y del que dependa el bienestar de los que le rodean. Otras actividades que son muy importantes para fomentar la generosidad y la cooperación, pueden ser solicitar al niño/a y conseguir algún pequeño favor para el hermano pequeño, ayudarle en las pequeñas dificultades que pueda tener, enseñarle a solucionar los problemas que se le presentan de manera que sea él mismo el que los resuelve, ...
Es importante también enseñar al niño/a que debe aprender a escuchar, conocer las ideas y juegos de los otros y colaborar con ellos, tolerar otras formas de pensar, de ser y las aficiones de los demás, aunque sean muy innovadoras o discrepantes de las que para él son usuales. Con ésto, estaremos fomentando en el niño el sano pluralismo.
Todas las anteriores son actitudes cooperativas necesarias en la formación y educación de los hijos, no importa la edad que tengan mientras el contenido de las actividades que aprende se ajuste a su edad.
Hay que remarcar también que los padres deben reflexionar sobre el estilo de conductas que desean aprendan sus hijos, ya que, como les hemos mencionado en muchas ocasiones, ellos aprenden por imitación la mayoría de su repertorio de conductas. Por ejemplo, si la madre tolera las peleas y riñas entre hermanos, éstas irán a más. Si los padres se gritan entre ellos, sus hijos aprenderán a resolver sus conflictos gritando. Si el padre se manifiesta celoso y desconfiado respecto de la madre, o viceversa, es lógico que alguno de sus hijos siga más tarde su ejemplo. Si nos mostramos injustos-comprensivos con unos, e intolerantes con otros--, probablemente entre nuestros hijos se establezca una rivalidad, igualmente injusta. Si reaccionamos con ansiedad o perdemos la compostura ante un hecho sin importancia, no nos debe extrañar que esa misma conducta se manifieste más tarde en nuestros hijos.
Otro aspecto que deseamos remarcar es que los padres no deben manifestar, ni siquiera bromeando, las preferencias por uno u otro hijo. En ningún hogar debiera existir jamás un hijo o una hija “preferida”. Todos los hijos son preferidos de igual manera, ya que cada uno de ellos es irrepetible, insustituible y único.
Finalmente, hay que poner cuidado en muchas campañas publicitarias, que hoy en día bombardean con imágenes la mente de los niños/as, sobretodo en aquellas que se refieren a bienes de consumo, ya que pueden contribuir a deformar la educación afectiva que recibe el niño pequeño. Cualquier comercial que el niño observa en la televisión le incita a desear el objeto anunciado y, lo que es peor, a sentirse frustrado si no lo tiene. De esta forma, el deseo consumista puede trasformarse en envidia y, poco a poco, en resentimiento y rabia hacia todos los que, mereciendo disfrutar de aquel bien de consumo, lo tienen, menos él -según su percepción--. Los padres deben tratar de evitar estas influencias nocivas de la publicidad, educando a sus hijos de manera que sepan observar la televisión y los anuncios críticamente, y/o animándoles a compartir lo que tienen y a tolerar mejor las frustraciones por lo que todavía no tienen.
Jugando a recordar anécdotas familiares
Los niños celosos suelen pensar que sus padres no los aprecian. Para cambiar estas convicciones los padres deben gastar mucho tiempo compartiendo con sus hijos, estando a su lado, escuchándoles y participando con ellos en los hobbies que tengan. También es muy útil, que los padres recuerden a sus hijos celosos lo bien que se sentían de pequeños cuando ellos le sonreían, jugaban o le ayudaban a resolver sus pequeños conflictos y dificultades.
Basta con recordar con ellos las ocasiones en que, siendo pequeños, ha habido un cuidado y una atención especial por parte de los padres hacia el niño celoso, por ejemplo como muchas noches de invierno en que iba a su habitación y le arropaba si estando dormido se había destapado, con el fin de que no se enfriara; o como su padre le protegió entre sus brazos cuando corría angustiado buscando su protección por haberse asustado de los ladridos de un enorme perro,...
Este tipo de situaciones en las que juntos se recuerdan viejas anécdotas y vivencias, hacen que sea muy difícil que el niño celoso continúe pensando que a él se le quiere menos que a su hermano pequeño y, a partir de aquí, se puede comenzar a cambiar y madurar. Si desaparecen los temores que el niño celoso tiene, éste cambiará; en caso contrario, continuará revisando su diario de afrentas y agravios y la protesta continuará.
La educación en la afectividad
La parte de la educación que más incide en el comportamiento celoso de sus hijos es la educación afectiva.
Es obvio que la mayoría de los padres aman a sus hijos, pero muchos de ellos piensan que amándoles tanto, ya es suficiente, que a través de las continuas manifestaciones de afecto que dan a sus hijos, ellos acabaran por aprender a ser y a comportarse afectivamente de forma madura. Deben tener en cuenta que, de la misma manera que para la educación de los hijos en la música o en el deporte, no basta con que los padres manifiesten sus habilidades musicales y deportivas, para educar la afectividad del niño/a, no bastará únicamente con manifestarles su afecto y amor.
Si el niño percibe el afecto de sus padres como un bien escaso y limitado, y siente que es preciso competir para alcanzar “su parte”, es lógico que ante la observación de que su hermano “obtiene” ese bien, piense que él lo ha perdido. Esto se produce en un sistema de afectos cerrado, y es lógico que la envidia esté siempre presente entre los niños que esperan obtener “beneficios afectivos”. En estos casos, no debe extrañar que se desarrolle en el niño una capacidad de “conteo afectivo”, en el cual el niño controla y cuenta las dosis que recibe cada uno de sus hermanos de ese bien escaso que es el afecto de los padres.
Otro aspecto afectivo en el que es básico educar a los hijos, es que los afectos no pueden tenerse de forma exclusiva. El niño/a debe saber que ningún hijo es el amor exclusivo de sus padres y, por lo tanto, ninguno de ellos debe temer perder la exclusividad en los afectos de sus padres. Todo hijo debería aprender, que cuanto más se comparten los afectos entre los hermanos, más unido se está a ellos y con los padres.
El afecto familiar no es algo que se pueda ni se deba deba cuantificar, por lo que no son convenientes las usuales preguntas al niño por los adultos acerca de ‘‘¿cuanto quieres a tu papa?’’, ‘‘¿a quien quieres más ?’’, ...
Principios que nos pueden ayudar en la educación de la afectividad del niño celoso:
1. Es conveniente que el niño se alegre del bien ajeno, es decir, cuando observa algo bueno realizado en otra persona. Esto no ocurrirá si el niño no aprende a observar y a distinguir lo bueno en una educación en los valores.Es muy habitual en la actual sociedad, la costumbre de percibir únicamente lo malo de las personas, los defectos, sin que apenas haya ojos entrenados en observar las cualidades positivas que también esas personas tienen. Esta percepción debe corregirse, pues es la que lleva a la aparición de la envidia.
2. Algunas comparaciones son naturales entre los niños, ya que les ayuda a conocer y a conocerse, pero las comparaciones que intervienen en el comportamiento celoso son de otro tipo y no tan naturales, pues van dirigidas a autovalorarse como superior o inferior respecto a los otros. Es muy conveniente enseñar al niño a que evite establecer ese tipo de comparaciones.
3.- La educación afectiva del niño celoso debe ser abierta, mostrarle una pluralidad de valores. De esta manera, el niño celoso comprenderá que las comparaciones con otros hermanos y compañeros no tienen sentido, pues si él ve que tiene una mayor habilidad en esto o aquello en relación con su hermano, también comprenderá que su hermano puede tener mayor habilidad que él en otro aspecto.
4.- Para reducir el egoísmo propio del comportamiento celoso, es muy conveniente educar al niño en otros principios fundamentales como pueden ser:

  • Que cualquier persona vale más que todas las cosas, posesiones y pertenencias.
  • Que es más sano preocuparse por los demás que únicamente preocuparse por sí mismo.
  • Que ante la admiración de un valor realizado en un compañero, no hay que desearlo para sí sin ningún esfuerzo, sino más bien tratar de conquistarlo a través de un sano deseo de superación de uno mismo.
  • Que la prosperidad de las personas que nos rodean nunca hemos de tomarla cómo algo que forzosamente nos perjudica o nos causa un grave perjuicio

La educación en la afectividad del niño celoso puede reducirse a tratar de hacer de él una persona que sepa querer y que no sea dependiente de los demás por el afecto que de ellos recibe. Durante las primeras etapas del desarrollo, los niños/as son dependientes del afecto que de sus padres reciben, pero si esa dependencia afectiva se prolonga a lo largo de su vida, su personalidad entera será dependiente. Por consiguiente, es básico educar al niño/a para que sepa querer, que es algo muy diferente de depender afectivamente de los demás.
Un niño madura y aprende a querer:

  • Si es capaz de establecer un vínculo afectivo y auténtico con alguien y no condiciona su querer únicamente al hecho de que le quieran.

  • Si es capaz de autoestimarse y respetarse a si mismo, independientemente de que reciba o no afecto continuo de otras personas.
  • Si no confunde las diferencias, discrepancias, desacuerdos y diversas maneras de ser, con manifestaciones de rechazo, animadversión y descalificación personal.
  • Si tolera las frustraciones que la convivencia humana comportan, sin que por ello se rompa o destruya la amistad y el afecto que tiene a las otras personas.

miércoles, 6 de julio de 2011

ENSEÑANDO A L@S NIÑ@S A SER OBEDIENTES

En este artículo tratamos de dar una serie de indicaciones encaminadas a que los niños sigan las instrucciones que ustedes les den, sin ser necesario que éstas les tengan que ser repetidas hasta la extenuación antes de que el niño decida, cuando él quiera y no cuando ustedes le digan, seguirlas.


Son muchas las ocasiones en las que presenciamos como niños que en el Jardín tienen un buen comportamiento y son muy colaboradores, en el momento en que papá o mamá llegan a buscarlos, inmediatamente se transforman en niños desobedientes y que no siguen las instrucciones que le da papá, mamá, o ambos. Llegado ese caso, los papás/mamás que observan ese tipo de cambio en el comportamiento de su hij@, deberían preguntarse: “¿por qué cuando la profesora de mi hij@ le da una instrucción, no sólo no hay que repetírsela, sino que además la cumple gustosamente, y en cambio en casa tengo que repetirle 10 veces las cosas?


Este comportamiento, se debe principalmente a los siguientes factores:

    • El niño, que es muy inteligente, ha aprendido por observación que la profesora no está dispuesta a repetir muchas veces las instrucciones o lo que le solicita. Y esto lo aprende, bien directamente por experiencia propia, o bien por la observación de cómo la profesora tiene el mismo comportamiento con otros niñ@s
    • Ese mismo niño también ha aprendido que papá o mamá sí están dispuestos a repetirle las instrucciones las veces que sea necesario. Con esa actitud, le estamos permitiendo al pequeñ@ que sea él/ella quien decide cuándo seguirlas, otorgándole una posición de desafío y fuerza frente a los papás.

Muchos papás y mamás olvidan que los seres humanos venimos al mundo sin saber cómo debemos comportarnos ni cómo se deben hacer las cosas, y el papel de los padres es ese, enseñar y facilitar a sus hijos el camino que deben seguir. Nuestra experiencia nos ha hecho ver como, en muchas ocasiones, este “indicar el camino” que se traduce en la enseñanza de reglas, normas de comportamiento y límites, es visto por muchos papás como “coartar la libertad del niño” por decirle lo que debe hacer. Particularmente no estamos de acuerdo en esta actitud, pues es mucho mayor el daño que se produce al niño al que no se le dan normas ni se le ponen límites, que el beneficio de su supuesta “libertad”. Como adultos, somos conscientes de que vivimos en una sociedad que se rige por normas y límites. Esto, que es muy evidente en los adultos, en ocasiones no se tiene tan claro cuando se forma a los niños.


Pongamos un ejemplo que es bien esclarecedor: Es muy habitual oír, por ejemplo cuando un niño no quiere hacer una tarea “yo prefiero que sea feliz a que haga las tareas siendo tan pequeño”. Esta actitud, que respetamos y es totalmente lícita, ya que lo primero que debe ser un niño es feliz, esconde una trampa para los papás, pues el mensaje que entiende el niño es: “Si no quiero hacer algo, lloro y consigo no hacerlo”. Además si el niñ@ oye este argumento dado por papá o mamá, claramente asociará: “hacer tareas = infelicidad”. Con esto le estamos dando al niño el poder de hacer lo que él quiera y cuando quiera, y todos sabemos que en la vida adulta eso no es posible. La vida en sociedad se rige por normas y límites que toda persona debe cumplir, y aquellos que no hayan aprendido a seguir dichas normas seguramente no gozarán de una buena convivencia con los demás, además de sentirse frustrados por no poder hacer lo que ellos quieren, como estaban acostumbrados desde pequeños. ¿Alguien se imagina en la ciudad conduciendo un automóvil sin seguir normas?, algo parecido ocurre cuando a un pequeño le permitimos que se salga con la suya bajo el pretexto de que si le indicamos que ese no es el camino correcto lo haremos infeliz o provocaremos en el algún “problema”

Siguiendo con el tema de cómo hacer que nuestr@s niñ@s sigan nuestras instrucciones, hemos de decir que ésta es una de las labores más difíciles y más habituales a las que los padres se enfrentan. Es mucha frustración para toda la familia cuando los padres tienen que repetir las mismas instrucciones a sus hijos ("Recoge los juguetes", “Almuerza”, “Acuéstate a dormir”,...).


A continuación les damos una serie de sugerencias que les pueden ser de ayuda para enseñar a sus niños a seguir las instrucciones la primera vez que se les dice.

  • Esté preparado a reforzarlas. Si los papás no están preparados para hacer cumplir las instrucciones a su hij@, es mejor que no la dén. Si papá/mamá no hacen cumplir sus instrucciones, los niños aprenden que los padres no hacen que se cumplan sus órdenes.
  • Llame su atención. Antes de dar una instrucción, debe asegurarse que su hij@ ha puesto su atención en usted, pues puede ser que no siga sus instrucciones porque simplemente no le ha escuchado. Hay que evitar también gritar las órdenes desde otro cuarto.
  • No hacer preguntas. Hay que evitar dar las instrucciones como preguntas (por ejemplo, si lo que deseamos es que recoja los juguetes, no es conveniente decir "Santiago, ¿te parece bien recoger los juguetes ahora?, de esa manera puede que la respuesta que obtengamos sea “no”).
  • Deben ser precisos. Es conveniente evitar dar instrucciones imprecisas como "Pórtate bien" o "Ten cuidado", ya que puede haber mucha diferencia entre lo que el papá/mamá y el niño entienden como “portarse bien o tener cuidado” Deben asegurarse que sus órdenes sean claras, específicas y que el niñ@ las entiende.
  • Dígales lo que tienen que hacer. Es mejor dar instrucciones que hagan saber a los niños lo que tienen que hacer en lugar de lo que no tienen que hacer. Por ejemplo, es mejor decir "Quédate a mi lado," que "No te alejes de mí."
  • Elógielos. Deben elogiar a sus niñ@s en cuanto han empezado a cumplir una orden. No se necesita esperar hasta que la orden sea cumplida para elogiarlos.
  • Demuestre aprecio. Cuando una tarea ha sido cumplida, deben hacerle saber a sus hijos que aprecian su cumplimiento.
  • Ponga un límite de tiempo. Si los niños no empiezan a cumplir una instrucción en unos segundos desde que le ha sido dada, los padres deben darles un tiempo fuera(1) como forma de hacerles ver que no está bien desobedecer a papá/mamá.
  • No repita las advertencias. hay que evitar dar a sus hij@s advertencias repetidas. Los niños pueden aprender a obedecer órdenes después de una a ninguna advertencia, de la misma manera en que aprenden a obedecer después de cinco o seis advertencias.
  • Repita la orden. Una vez que se ha cumplido con el tiempo fuera, los padres deben repetir la orden a sus hijos. Si no empiezan a cumplir con lo que se les dice, tiene que usarse el tiempo fuera de nuevo, pero por mayor tiempo. Este proceso debe repetirse hasta que los niños aprendan a cumplir con la orden.

Como siempre les mencionamos, cada niñ@ es diferente, por lo que habrá casos en los que una de las pautas se suficiente, y habrá casos que usándolas todas todavía tendrán dificultades para que su hij@ les obedezca. No olviden que ser papá/mamá es una labor hermosa, pero ardua, difícil y que exige 24 horas de trabajo, así que sobre todo les recomendamos mucha paciencia. Estamos convencidos de que aplicando estas pautas se les hará más fácil que sus hij@s sigan sus instrucciones sin tener que quedarse ustedes sin voz de tanto repetirlas.


Y para que tengan esperanza, sólo observen cómo es su hij@ en el Jardín, Guardería o colegio, si es capaz de ser así con sus profesoras, sin duda es capaz de serlo con papá y mamá, solo hay que trabajar en la dirección adecuada.


JARDÍN INFANTIL PÁRVULOS

DIRECTIVA


(1) Tiempo fuera: mecanismo por el cual, ante una actitud del niñ@ que deseamos corregir, se busca un lugar o ubicación en la casa en la que el niño debe permanecer un tiempo para hacerle reflexionar sobre lo inadecuado de su conducta. Se le puede llamar “el rincón de pensar” para que el niñ@ asocie que en ese lugar debe pensar sobre lo que ha hecho y llegar a la conclusión de que papá y mamá esperan que no se repita. Cuando se le dice que debe ir a ese lugar, debe dejar lo que esté haciendo y acudir de forma inmediata


lunes, 30 de mayo de 2011

EL NIÑO QUE NO QUIERE COMER


Siguiendo con los artículos enfocados en la formación de sus hij@s, a continuación presentamos una serie de consideraciones relativas a la dificultad que presentan algunos niñ@s con los alimentos, más concretamente a su negativa a recibirlos.

A pesar de que el rechazo a la comida es algo más o menos común en alguna etapa del niñ@ entre los 2 a 6 años de edad, es importante tener en cuenta todas las siguientes pautas, para que tal actitud no genere una situación de conflicto que convierta un momento tan importante y familiar como es el desayuno, almuerzo o la comida, en una situación tensa y conflictiva.

En primer lugar, hay que plantearse: “ ¿Por qué no come un niño?


Lo primero que hay que descartar es que la negativa del niño a recibir comida sea por algún problema de tipo médico que pueda presentar el pequeño.


Una vez descartada cualquier patología que pueda interferir en la ingesta de alimentos, hemos de tener claro que un niño, hasta que no alcanza una edad determinada, no sabe convencernos con sus palabras cuando quiere captar nuestra atención, por el motivo que sea.


Entre los 2 y los 6 años la mayor parte de los niños pasan por más de un episodio de inapetencia que se resuelven de forma espontánea sin originar ningún problema. Un niño sano al que se le ofrece regularmente una comida adecuada, no se alimenta mal, aunque tome muy poca cantidad e incluso algún día casi no coma nada.


Una buena forma que tienen l@s niñ@s para captar nuestro interés es negándose a recibir alimento. Esto se produce porque ve de forma clara que, inmediatamente, ponemos nuestra atención en él cuando dice que no quiere comer. En este punto hay que ser cuidadoso y saber detectar cuándo la no recepción de alimentos es una forma de llamar la atención, pues es algo que utilizarán los niñ@s como forma de manipular a los papás o persona que esté cuidando de él. Hay multitud de motivos por los que los pequeños desean llamar nuestra atención, unos pueden ser más comprensibles (ausencia del papá o mamá por motivos de viaje,...) y otros más en forma de pataleta (protesta porque desea algo que no se le da por algún motivo). En ambos casos es importante hablar con él y argumentarle el motivo, dejándole claro que no va a cambiar nada el hecho de que no quiera recibir alimento.


En este punto, reiteramos lo que ya les hemos mencionado en artículos anteriores, cualquier actitud o comportamiento que tenga como función llamar nuestra atención, cuanto menos atención le prestemos cuando inicia el comportamiento, más rápido el verá que no consigue su propósito y dejará de hacerlo.

¿El niñ@ come lo suficiente?


La principal preocupación de papá, mamá o persona que cuida del niñ@ es saber si está comiendo lo suficiente para su buen desarrollo y crecimiento.


Una buena forma de saber si el niñ@ recibe suficiente alimento es apuntar lo que come durante una semana. El mismo sistema se puede emplear cuando queramos ampliar la variedad de su dieta. Se le debe ofrecer una dieta variada y completa, y según las edades, las raciones serán de mayor o menor tamaño.


Muy importante, y motivo para otro artículo, es enseñar al pequeñ@ a comer de todo desde bebé (fruta, verdura, legumbres,...), con la finalidad de que más tarde, al no estar acostumbrado su paladar, comience a decirnos que tal o cual alimento no lo come porque no le gusta. Si no hacemos esto, reduciremos la dieta del niñ@ y le estaremos dando un motivo para no recibir alimento, el típico “mami esto no me gusta”. Si desde pequeños les acostumbramos a recibir una dieta variada, además de favorecer su correcto desarrollo y crecimiento con todo tipo de alimentos, más tarde no tendremos problemas de alimentos que no les gustan.


¿Qué hacer ante la inapetencia?

Los especialistas en psicología infantil coinciden en la idea de que si el niño se niega en rotundo a comer no se le debe a obligar a ello, aunque al menos se debe intentar. Lo que si está claro que no se debe hacer, es pasar horas delante del plato hasta que el niño coma (una cosa es la paciencia y otra la lucha hasta el agotamiento). Lo mejor es conseguir hacerle ver, que todo lo hacemos por su bien, o no será un niñ@ san@ y grande y no podrá hacer las cosas que hacen otros niños de su edad.


Hay que evitar, en la medida de lo posible, las recompensas materiales; es decir, premiarle si come con tal o cual cosa, ya que llevaremos al niñ@ a pensar que si come nos está haciendo un favor. En caso de recompensarle porque ha dejado la actitud de no querer recibir alimento, es mejor que opten por recompensas no materiales. Se puede hacer ver al niño que si no come lo que le servimos no podrá salir al parque con sus amigos, no podrá ver su película favorita o no podrá ir de visita a la finca de unos amigos. No obstante, siempre es mejor no tener que recurrir a estos términos. Hay que hacerle ver que comer es una obligación, no un capricho o un favor que nos hacen, así como hablarle sobre los beneficios que ingerir alimentos tiene para su salud y buen desarrollo.



¿Cómo ayudarle a comer mejor?


Las siguientes pautas son importantes a tener en cuenta para evitar el temido “no quiero comer”


Proponga un menú escrito para toda la semana. Este menú, si el niño tiene más de dos años, será el mismo que el resto de la familia. El escribirlo evitará que se hagan cambios para adaptarse más a sus gustos, en el caso de que no quiera comérselo.


Debe haber un lugar específico para recibir alimentos, y siempre debe ser el mismo lugar. Los niños se sienten mejor si se respetan sus rutinas. Si una vez come en la cocina, otra en el salón, otra en su habitación mientras ve la TV y al día siguiente en casa de la abuela, le estaremos alterando sus rutinas diarias y esto comportará una fuente de distracción para él.


Evitar distracciones. La televisión no debe ser compañero habitual en la comida. Si durante ese momento proliferan los juegos, cuentos y disfraces, tenderá a prolongar el rato de la comida para que dure más la “función”. Nosotros mismos le estaremos apartando del objetivo, que es comer. Además, es muy importante fomentar la hora del almuerzo o la comida como momentos para compartir en familia, donde deben aprovechar para hablar y dialogar entre todos los miembros, creando así excelente ambiente de comunicación.


En la noche, hay que procurar que la comida no sea inmediatamente antes de irse a dormir, en primer lugar porque acostarse inmediatamente después de ingerir alimentos, puede provocar trastornos digestivos. Por otra parte, como decíamos en el artículo “El niño que no quiere ir a dormir”, si un niño pone problemas a la hora de irse a acostar y sabe que cuando acabe de comer debe hacerlo, sin duda utilizará todos los medios que estén a su alcance (“no me gusta, está muy caliente, no tengo hambre,...”) para prolongar al máximo el momento de la comida. Si esto se produce, es conveniente utilizar la técnica del reloj en la mesa para no demorar en demasía la comida.


Limitar el tiempo. Los niños pequeños no suelen tener buenas referencias del tiempo que emplean en hacer algo. A pesar de ello, hay que hablarles de que el momento del desayuno, almuerzo o comida, como todas las rutinas familiares (baño, juego,...) tienen un tiempo determinado para llevarse a cabo. Así como uno no se puede estar una hora en la ducha, tampoco se puede eternizar la hora del almuerzo. Para ayudarles es muy útil (en aquellos casos que haya una demora grande) colocar un reloj en la mesa y señalarles el punto en el que, al llegar la aguja grande a él, sonará una alarma que será la señal para retirarles la comida si no la han terminado. Lógicamente, para utilizar esta técnica, hay que tener en cuenta la edad del niñ@ y el tiempo aproximadamente “normal” que necesita para acabar sus alimentos. Como norma general, se puede afirmar que un niñ@ suele comer en unos 30 minutos.


No se debe ofrecer un plato alternativo si no quiere comer. Le ofreceremos una sola comida y si no quiere, pues no pasa nada. Se queda sin comer y no se le da otro plato distinto, pero sin dramas ni castigos. A un niño sano no le pasa nada si no le insistimos, ni le reñimos por no comer.


Es muy importante ofrecer una ración adecuada para el niñ@. En ocasiones la cantidad de alimento que se sirve al niñ@ es demasiada para su edad, lo cual puede provocar que, a la hora de almorzar o comer, no le apetezca recibir más alimento pues aún tiene en su estómago el exceso de comida anterior. Una ración demasiado grande hará que al niñ@ se le dificulte recibir las comidas posteriores o provoque el vomito del niñ@ por exceso de comida. Hay que servirle la ración justa para su edad.

Por último, y como les hemos recomendado siempre, es fundamental que papá y mamá hablen e informen a las personas implicadas en el cuidado del niñ@ con la finalidad que, todas las técnicas y recursos que la familia adopte, sean seguidas de igual forma para que todos vayan en la misma dirección. No sirve de nada actuar de una manera en casa, y, cuando los papás no estén, la empleada, los abuelitos, o la persona encargada, pase por alto las recomendaciones y permita que el niñ@ se salga con la suya, sea con este tema de los alimentos, o cualquier otro. Si esto se produce, rápidamente comenzaremos a escuchar la preferencia del niñ@ por “Almorzar / comer con tal o cual persona “ o “en tal o cual sitio”, en lugar de con los papás, y ello es un retroceso en el proceso iniciado de la correcta ingesta de alimentos.


Recuerden que papá y mamá son los responsables de la formación y educación de sus hij@s, así como de las normas que deben seguir. Cualquier otra decisión, además de poner en riesgo cualquier proceso que se inicie, puede acabar en situaciones de conflicto o desavenencias entre las personas que colaboran en la formación del niñ@.


JARDÍN INFANTIL PÁRVULOS

DIRECTIVA

miércoles, 11 de mayo de 2011

LA AGRESIVIDAD EN L@S NIÑ@S


En el presente artículo hemos recopilado una serie de puntos referentes a la agresividad en los niños. La finalidad es facilitar y brindar de una forma concisa qué elementos influyen en los niñ@s para que éstos comiencen a presentar conductas agresivas. Si conocen estos puntos, les será más fácil tratar de evitar y alejar a sus hij@s de esas situaciones que pueden degenerar en comportamientos agresivos por parte del niñ@.

Es importante primero destacar que no es lo mismo agresividad que desobediencia, ya que muchas familias tienden a “etiquetar” al niñ@ como agresivo en el momento en que éste se niega de forma rotunda a seguir las instrucciones que se le dan, o bien hace una pataleta (tema que ya tratamos anteriormente).


¿POR QUÉ NUESTROS HIJOS APRENDEN A SER AGRESIVOS?

* Los niños aprenden a comportarse agresivamente por observación de otros modelos agresivos.

* Los padres que castigan a sus hijos mediante violencia verbal o física se convierten en modelos agresivos para éstos.

* El niño que está expuesto a modelos de comportamiento agresivo como la TV, el cine o
personas adultas representativas para él, tiende a ser agresivo.

* Si ante una misma conducta agresiva reaccionamos de diferente modo dependiendo de nuestro estado de ánimo esa conducta se refuerza.

* Los padres poco exigentes que hacen siempre lo que el hijo quiere, acceden a sus demandas y le permiten una gran cantidad de libertad están fomentando futuros comportamientos agresivos.

* Los padres que desaprueban constantemente al hijo, que no suelen darle afecto, comprensión o explicaciones al tiempo que nunca dan razones cuando ejercen su autoridad, están fomentando poderosamente los comportamientos agresivos.

* Cuando el papá regaña al hijo por un comportamiento agresivo y la mamá no, o viceversa, ese comportamiento tenderá a repetirse. Si no se está de acuerdo en la sanción impuesta al niñ@o, es mejor apoyar la decisión tomada por papá o mamá y posteriormente, cuando el pequeñ@ no esté presente, discutir los adultos sobre lo adecuado o no del castigo, o el por qué no se está de acuerdo con el regaño. Recuerden que el niñ@ siempre sacará partido de la controversia que papá y mamá demuestren delante suyo sobre sus comportamientos.

* Los padres que desaprueban los comportamientos agresivos dirigidos hacia ellos pero a la vez ignoran las conductas agresivas de sus hijos hacia otras personas, están fomentando dichas conductas.

* Las relaciones deterioradas entre los propios padres provocan tensiones que pueden inducir al niño a comportamientos agresivos.

* Restricciones no razonables y excesivos “haz esto y no hagas aquello” provocan una atmósfera opresiva que induce al niño a comportamientos agresivos.

* Residir en un barrio o pertenecer a un grupo donde la agresividad es vista como un atributo muy apreciado, tiende a potenciar la agresividad.

* Ausencia de estrategias verbales para afrontar un conflicto genera frustración lo que a menudo conduce a conductas agresivas.

* Los niños que tienen muy poco desarrolladas las habilidades sociales básicas suelen tender a comportamientos agresivos en sus relaciones sociales.

Como les mencionamos anteriormente, conocidos estos puntos, es más fácil que ustedes como familia eviten someter a los niños a según qué tipo de situaciones, a fin de evitar que éstas se reproduzcan en los pequeños.

JARDÍN INFANTIL PÁRVULOS