jueves, 15 de septiembre de 2011

LOS CELOS INFANTILES


Los celos pueden surgir en los niños, ya sea hacia hacia los hermanos, o hacia cualquier persona por la que el niño manifieste este sentimiento, ya sea amigo, compañero/a del Jardín, ....
En primer lugar, queremos destacar que los celos son sentimientos de frustración y resentimiento, debidos a que el niño/a cree que debe tener la atención de una persona y no la tiene. Constituyen una reacción emotiva próxima a la ansiedad.
A pesar de que los celos pueden manifestarse hacia muchas personas, principalmente se dan en la familia, donde el principal motivo suele ser la rivalidad entre los hermanos por obtener la atención y afecto de sus padres.
El origen de los celos puede ser de dos tipos:

  1. Real: se produce especialmente cuando los padres hacen comparaciones entre sus hijos, (que comportan una agravio comparativo para uno de ellos)
  2. Imaginario: se producen cuando el niño malinterpreta la intención de sus padres, hermanos o compañeros

Los celos son una etapa relativamente normal, la cual se supera y que no revisa mucha importancia si son circunstanciales y pasajeros, pero las familias deben estar atentas cuando éstos comporten una alteración de la convivencia y el desarrollo normal del niño o sean persistentes y no remitan pasados los cinco años de edad. Si se perpetúan pueden conducir a un desarrollo anómalo de la personalidad, pudiendo dar lugar a que aparezcan síntomas como agresividad, manifiesta inseguridad, regresión y alteración en las relaciones interpersonales (desconfianza, terquedad y envidia).
Cómo tratar los celos infantiles:
En nuestra opinión, son varias las lineas de actuación para tratar este sentimiento:
  • Prevención: Es el medio más sencillo, natural y eficaz de evitar la reacción celosa.
  • Fortalecer la autoconfianza del niño, así como su seguridad personal tratando de evitar las comparaciones de afectos y capacidades.
  • Educación de la afectividad, los padres y familia deben resaltar valores como la cooperación, la confianza en los demás, el altruismo y una visión positiva de las relaciones humanas, y ofreciendo modelos familiares consecuentes con estos valores.
  • Modificación de conducta : es importante reforzar las conductas positivas e incompatibles con la reacción de celos e ignorar las inadecuadas
Los celos y la educación en el hogar.
Los padres que detectan el inicio de los celos en su hijo, se realizan multitud de preguntas: ¿Cómo debemos tratar a nuestro hijo para que los celos desaparezcan? ¿Debemos prestarle más atención que a los demás hijos? ¿Qué podemos hacer para que mejore su comportamiento? ¿Debemos tratarle con más afecto que a sus hermanos?
Estas cuestiones son lógicas y razonables cuando se quiere solventar la aparición de estos sentimientos en los niños, y vienen provocadas porque tal vez consideran que su forma de actuar respecto de su hijo puede haber sido la causa de la aparición de los celos en el niño/a. A pesar de que en algunos casos es así, los padres no deben sentirse necesariamente culpables de la aparición de los celos en su hijo/a, sino más bien deben enfocar su atención en prevenir o encauzar estos comportamientos
Ante un niño celoso, no es recomendable que los padres adopten una actitud demasiado permisiva ni excesivamente represora. No corregir la conducta celosa de forma correcta -- sin duras exigencias, pero también sin injustas tolerancias -- implica que los padres, sin ser conscientes, están enseñando a sus hijos a “odiar” a sus rivales. Los padres que permiten esas conductas, implícitamente le están enseñando al hijo que ciertos sentimientos de envidia y de odio pueden estar justificados, que compararse con los demás es lo normal, que descalificar al compañero porque tiene más o mejores habilidades que nosotros es algo corriente. Por otra parte, una atención exagerada al comportamiento celoso de l niño/a, o las insistentes referencias al problema, pueden contribuir a prolongar lo que tal vez sólo era una conducta sin importancia.
Si los celos se dan en un hermano mayor por la llegada de un bebé, los celos pueden resolverse a través del fomento en el niño/a de actitudes de imitación, las cuales permitan al hermano mayor celoso imitar a la madre en las tareas y cuidados que ésta realiza con el recién nacido. Por imitación e identificación con la madre, el niño celoso madura rápidamente y su deseo de ser mayor le hace apartarse hasta declinar competir con su hermano recién nacido por el afecto y la atención de su madre. En este caso las consecuencias de los celos pueden ser positivas, ya que se pueden convertir en un gran recurso para la pronta maduración del niño celoso.
Las madres desempeñan en la educación afectiva una importante e irreemplazable función, pues la conducta de apego entre sus hijos y ellas no es simétrica ni se sitúa al mismo nivel. Para un/a niño su madre es única e irremplazable, mientras que para muchas madres el amor de su pequeño es también irremplazable y único, pero de otra manera, ya que deben atender a las demandas de afectos que les hacen los otros hijos.
Las familias deben tratar de implantar en los hijos actitudes cooperativas y evitar las competitivas. Este proceso, implica la necesidad de educar a los hijos en la solidaridad y el altruismo, y destacar todas las actitudes y comportamientos en los que estos valores se vean reflejados. Si desde que el niño/a es pequeño aprende a ser generoso, a compartir lo que es suyo pero que quizás otro de sus hermanos puede necesitar, sin duda su competitividad será menos egoísta y más madura, a la vez que mejorara su actitud hacia la cooperación.
Lo comentado en el párrafo anterior, lo hacemos cuando les enseñamos a prestar sus cosas, a colaborar, aunque sólo sea estando presente, a responsabilizarse y cumplir con el encargo que se le ha hecho y del que dependa el bienestar de los que le rodean. Otras actividades que son muy importantes para fomentar la generosidad y la cooperación, pueden ser solicitar al niño/a y conseguir algún pequeño favor para el hermano pequeño, ayudarle en las pequeñas dificultades que pueda tener, enseñarle a solucionar los problemas que se le presentan de manera que sea él mismo el que los resuelve, ...
Es importante también enseñar al niño/a que debe aprender a escuchar, conocer las ideas y juegos de los otros y colaborar con ellos, tolerar otras formas de pensar, de ser y las aficiones de los demás, aunque sean muy innovadoras o discrepantes de las que para él son usuales. Con ésto, estaremos fomentando en el niño el sano pluralismo.
Todas las anteriores son actitudes cooperativas necesarias en la formación y educación de los hijos, no importa la edad que tengan mientras el contenido de las actividades que aprende se ajuste a su edad.
Hay que remarcar también que los padres deben reflexionar sobre el estilo de conductas que desean aprendan sus hijos, ya que, como les hemos mencionado en muchas ocasiones, ellos aprenden por imitación la mayoría de su repertorio de conductas. Por ejemplo, si la madre tolera las peleas y riñas entre hermanos, éstas irán a más. Si los padres se gritan entre ellos, sus hijos aprenderán a resolver sus conflictos gritando. Si el padre se manifiesta celoso y desconfiado respecto de la madre, o viceversa, es lógico que alguno de sus hijos siga más tarde su ejemplo. Si nos mostramos injustos-comprensivos con unos, e intolerantes con otros--, probablemente entre nuestros hijos se establezca una rivalidad, igualmente injusta. Si reaccionamos con ansiedad o perdemos la compostura ante un hecho sin importancia, no nos debe extrañar que esa misma conducta se manifieste más tarde en nuestros hijos.
Otro aspecto que deseamos remarcar es que los padres no deben manifestar, ni siquiera bromeando, las preferencias por uno u otro hijo. En ningún hogar debiera existir jamás un hijo o una hija “preferida”. Todos los hijos son preferidos de igual manera, ya que cada uno de ellos es irrepetible, insustituible y único.
Finalmente, hay que poner cuidado en muchas campañas publicitarias, que hoy en día bombardean con imágenes la mente de los niños/as, sobretodo en aquellas que se refieren a bienes de consumo, ya que pueden contribuir a deformar la educación afectiva que recibe el niño pequeño. Cualquier comercial que el niño observa en la televisión le incita a desear el objeto anunciado y, lo que es peor, a sentirse frustrado si no lo tiene. De esta forma, el deseo consumista puede trasformarse en envidia y, poco a poco, en resentimiento y rabia hacia todos los que, mereciendo disfrutar de aquel bien de consumo, lo tienen, menos él -según su percepción--. Los padres deben tratar de evitar estas influencias nocivas de la publicidad, educando a sus hijos de manera que sepan observar la televisión y los anuncios críticamente, y/o animándoles a compartir lo que tienen y a tolerar mejor las frustraciones por lo que todavía no tienen.
Jugando a recordar anécdotas familiares
Los niños celosos suelen pensar que sus padres no los aprecian. Para cambiar estas convicciones los padres deben gastar mucho tiempo compartiendo con sus hijos, estando a su lado, escuchándoles y participando con ellos en los hobbies que tengan. También es muy útil, que los padres recuerden a sus hijos celosos lo bien que se sentían de pequeños cuando ellos le sonreían, jugaban o le ayudaban a resolver sus pequeños conflictos y dificultades.
Basta con recordar con ellos las ocasiones en que, siendo pequeños, ha habido un cuidado y una atención especial por parte de los padres hacia el niño celoso, por ejemplo como muchas noches de invierno en que iba a su habitación y le arropaba si estando dormido se había destapado, con el fin de que no se enfriara; o como su padre le protegió entre sus brazos cuando corría angustiado buscando su protección por haberse asustado de los ladridos de un enorme perro,...
Este tipo de situaciones en las que juntos se recuerdan viejas anécdotas y vivencias, hacen que sea muy difícil que el niño celoso continúe pensando que a él se le quiere menos que a su hermano pequeño y, a partir de aquí, se puede comenzar a cambiar y madurar. Si desaparecen los temores que el niño celoso tiene, éste cambiará; en caso contrario, continuará revisando su diario de afrentas y agravios y la protesta continuará.
La educación en la afectividad
La parte de la educación que más incide en el comportamiento celoso de sus hijos es la educación afectiva.
Es obvio que la mayoría de los padres aman a sus hijos, pero muchos de ellos piensan que amándoles tanto, ya es suficiente, que a través de las continuas manifestaciones de afecto que dan a sus hijos, ellos acabaran por aprender a ser y a comportarse afectivamente de forma madura. Deben tener en cuenta que, de la misma manera que para la educación de los hijos en la música o en el deporte, no basta con que los padres manifiesten sus habilidades musicales y deportivas, para educar la afectividad del niño/a, no bastará únicamente con manifestarles su afecto y amor.
Si el niño percibe el afecto de sus padres como un bien escaso y limitado, y siente que es preciso competir para alcanzar “su parte”, es lógico que ante la observación de que su hermano “obtiene” ese bien, piense que él lo ha perdido. Esto se produce en un sistema de afectos cerrado, y es lógico que la envidia esté siempre presente entre los niños que esperan obtener “beneficios afectivos”. En estos casos, no debe extrañar que se desarrolle en el niño una capacidad de “conteo afectivo”, en el cual el niño controla y cuenta las dosis que recibe cada uno de sus hermanos de ese bien escaso que es el afecto de los padres.
Otro aspecto afectivo en el que es básico educar a los hijos, es que los afectos no pueden tenerse de forma exclusiva. El niño/a debe saber que ningún hijo es el amor exclusivo de sus padres y, por lo tanto, ninguno de ellos debe temer perder la exclusividad en los afectos de sus padres. Todo hijo debería aprender, que cuanto más se comparten los afectos entre los hermanos, más unido se está a ellos y con los padres.
El afecto familiar no es algo que se pueda ni se deba deba cuantificar, por lo que no son convenientes las usuales preguntas al niño por los adultos acerca de ‘‘¿cuanto quieres a tu papa?’’, ‘‘¿a quien quieres más ?’’, ...
Principios que nos pueden ayudar en la educación de la afectividad del niño celoso:
1. Es conveniente que el niño se alegre del bien ajeno, es decir, cuando observa algo bueno realizado en otra persona. Esto no ocurrirá si el niño no aprende a observar y a distinguir lo bueno en una educación en los valores.Es muy habitual en la actual sociedad, la costumbre de percibir únicamente lo malo de las personas, los defectos, sin que apenas haya ojos entrenados en observar las cualidades positivas que también esas personas tienen. Esta percepción debe corregirse, pues es la que lleva a la aparición de la envidia.
2. Algunas comparaciones son naturales entre los niños, ya que les ayuda a conocer y a conocerse, pero las comparaciones que intervienen en el comportamiento celoso son de otro tipo y no tan naturales, pues van dirigidas a autovalorarse como superior o inferior respecto a los otros. Es muy conveniente enseñar al niño a que evite establecer ese tipo de comparaciones.
3.- La educación afectiva del niño celoso debe ser abierta, mostrarle una pluralidad de valores. De esta manera, el niño celoso comprenderá que las comparaciones con otros hermanos y compañeros no tienen sentido, pues si él ve que tiene una mayor habilidad en esto o aquello en relación con su hermano, también comprenderá que su hermano puede tener mayor habilidad que él en otro aspecto.
4.- Para reducir el egoísmo propio del comportamiento celoso, es muy conveniente educar al niño en otros principios fundamentales como pueden ser:

  • Que cualquier persona vale más que todas las cosas, posesiones y pertenencias.
  • Que es más sano preocuparse por los demás que únicamente preocuparse por sí mismo.
  • Que ante la admiración de un valor realizado en un compañero, no hay que desearlo para sí sin ningún esfuerzo, sino más bien tratar de conquistarlo a través de un sano deseo de superación de uno mismo.
  • Que la prosperidad de las personas que nos rodean nunca hemos de tomarla cómo algo que forzosamente nos perjudica o nos causa un grave perjuicio

La educación en la afectividad del niño celoso puede reducirse a tratar de hacer de él una persona que sepa querer y que no sea dependiente de los demás por el afecto que de ellos recibe. Durante las primeras etapas del desarrollo, los niños/as son dependientes del afecto que de sus padres reciben, pero si esa dependencia afectiva se prolonga a lo largo de su vida, su personalidad entera será dependiente. Por consiguiente, es básico educar al niño/a para que sepa querer, que es algo muy diferente de depender afectivamente de los demás.
Un niño madura y aprende a querer:

  • Si es capaz de establecer un vínculo afectivo y auténtico con alguien y no condiciona su querer únicamente al hecho de que le quieran.

  • Si es capaz de autoestimarse y respetarse a si mismo, independientemente de que reciba o no afecto continuo de otras personas.
  • Si no confunde las diferencias, discrepancias, desacuerdos y diversas maneras de ser, con manifestaciones de rechazo, animadversión y descalificación personal.
  • Si tolera las frustraciones que la convivencia humana comportan, sin que por ello se rompa o destruya la amistad y el afecto que tiene a las otras personas.