Seguimos con la serie de artículos con los que pretendemos darles instrumentos que les puedan ser de utilidad en algunas cuestiones relacionadas con el cuidado y formación de sus hijos e hijas.
En esta ocasión hemos pensado tratar con ustedes un tema que las familias nos suelen consultar con bastante frecuencia: ¿qué hacer en el caso de aquellos niños/as que no quieren acostarse?
En primer lugar, es bueno mencionar que este comportamiento o actitud, se suele presentar de dos maneras distintas:
1. En unos casos, el niño/a manifiesta de forma clara y expresa “no quiero acostarme”, “no quiero ir a dormir”
2. En otros casos, no hay una manifestación clara, sino que más bien hay comentarios del tipo “déjame ver un rato más la televisión”, “voy a jugar”, “conversemos”, o bien se inician por parte del niño una serie de comportamientos como pueden ser no hacer caso de lo que se le dice, como si no oyese al papá o mamá diciéndole que es hora de ir a dormir, o bien abandona la estancia donde está la familia para iniciar alguna actividad diferente (juegos, tareas,…)
A pesar de que en el segundo caso no hay una alusión clara al hecho de no acostarse, deben tener claro que la intención es la misma, es el rechazo al hecho de ir a acostarse.
Una vez mencionado esto, que nos parece importante, esperamos que las consideraciones que tratamos en este artículo les sean de utilidad.
Consideraciones:
Un niño puede resistirse a acostarse por varios motivos, entre los que pueden estar:
- Tener miedo de la oscuridad
- Que le de miedo no despertarse (esto duele producirse en niños más grandes)
- Se siente inseguro cuando está solo
- …
Indudablemente, le gustaría más jugar o ver la televisión y, en realidad, preferiría la compañía y atención de sus padres.
Cuando los niños van creciendo, su vida social adquiere preponderancia, y puede ser más habitual el hecho de que a según qué horas aún están compartiendo con amigos, compañeros o visitas. No obstante, todos los niños deben tener su hora de acostarse y si se quiere paz en casa, los padres no pueden transigir en esta cuestión. Los papás o mamás que dicen « ¿no crees que ha llegado el momento de acostarte?», han declinado su responsabilidad y sus hijos no se acostarán a la hora adecuada; sin duda con esa pregunta los papás están dando la autoridad a su hijo/a en lo que se refiere el hecho de la hora de acostarse.
Los padres que siempre permiten al niño permanecer levantado «sólo un poco más», tendrán siempre problemas con el momento de acostarse. Cuando un niño/a ve que existe la posibilidad de que el papá o mamá transija, sin duda se agarrará a ella, y esto se producirá con más evidencia en niños que son nerviosos. De ahí pues que para muchos padres, conseguir acostar a sus hijos es una más de las batallas al final de un largo día, justo en el momento en que ellos necesitan tiempo para sí mismos.
En nuestra opinión, creemos que todos estos consejos pueden ser de utilidad a todos los padres, pero en el caso de los padres primerizos puede zanjar los problemas nocturnos antes de que empiecen. Si la hora de acostarse ya es un problema, será necesario planificar nuevas iniciativas para conseguir que el niño duerma. Es importante decidir lo que se hará, que el niño sepa que el cambio es inminente y que el día 1 hay que poner el plan en marcha.
Hay otro aspecto muy importante y que puede derivarse del hecho de no querer acostarse o demorar la hora de hacerlo, que es la disminución paulatina de las horas de sueño y los perjuicios que ello puede ocasionar para el niño/a. En ocasiones hay desconocimiento sobre este asunto, y pocas familias se plantean esta duda a la hora de fijar la rutina de su niño/a. Sin duda, la ciencia ha demostrado que la falta de sueño es perjudicial para los hijos, sean bebés, niños o adolescentes.
Cada niño es un mundo, y no existen reglas sobre cuántas horas necesitan dormir. Sin embargo es fácil detectar si sus hijos necesitan más horas de sueño porque, al no tener tantos recursos como los mayores, suelen manifestar la necesidad a través de ciertos comportamientos que debemos aprender a interpretar.
La irritabilidad, problemas atípicos con la psicomotricidad, falta de rendimiento o problemas con sus amigos en el Jardín, el colegio, falta de resistencia ante los virus más comunes.... Todos estos factores y otros pueden servir para decirnos que el organismo de nuestro hijo está pidiendo descansar más.
A continuación, y sin querernos extender demasiado en este tema de las horas adecuadas de sueño, les detallamos algunas cosas que deben tener en cuenta en el momento de determinar si su hijo duerme lo suficiente:
• Los bebés recién nacidos duermen hasta 16 horas por día. Al principio, se despiertan cada dos o tres horas para comer.
• Dormir bien es importante desde el punto de bienestar de un bebé y un niño.
• Por la noche el cuerpo produce más la hormona que estimula el crecimiento. Por lo tanto, el sueño es un factor muy importante para el desarrollo de los niños.
• Entre los seis meses y un año, los bebés duermen hasta cinco o seis horas interrumpidas.
• Los niños entre un año y cinco años duermen hasta 12 horas al día.
• Un niño en la edad de preescolar puede necesitar entre 10 y 12 horas al día.
• Un niño escolar debe dormir unas 10 horas al día.
• El sueño de cada niño depende de la necesidad individual de cada uno. Si un bebé tiene suficiente con 10 horas, es feliz y sano, no tienen porque preocuparse los padres.
Es obvio decir que, antes de empezar a preocuparse por las horas que duerme su hijo, los papás o adultos responsables del niño deben analizar los hábitos del núcleo familiar. Si un niño/a no duerme suficientes horas, no es responsabilidad suya, sino más bien del adulto que es el que debe establecerle las rutinas. De la misma manera que a nadie se le ocurriría regañar a un niño porque no se amarra bien los zapatos sin que se le haya enseñado, nadie puede pensar que un niño por sí sólo va a determinar a qué hora debe acostarse o cuántas horas de sueño son adecuadas para él. Eso es responsabilidad, única y exclusivamente del adulto. En nuestra opinión, si el niño vive en una familia en la que el horario es “flexible” y no existe una rutina fija, seguramente hay una conexión entre los trastornos de sueño de su hijo y la organización familiar.
En todo caso, el perjuicio que puede causar el hecho de no descansar las suficientes horas, daría para un artículo diferente. La finalidad del presente es ayudarles a corregir la conducta de no querer acostarse por parte del niño. No cabe duda de que, asociada a la modificación de esa conducta en el niño, vendrá un adecuado descanso.
Orientaciones:
1. Decidir cuándo hay que acostarse
Es muy importante que los papás decidan el momento preciso en que el niño debe acostarse y, una vez decidido, proceder siempre de la misma manera y con firmeza. Esto no significa que los padres deban ser absolutamente rígidos e insistir en que el niño debe estar siempre en la cama a las ocho en punto, aunque precisamente en aquel momento acabe de llegar papá o esté en casa la abuelita. Sin embargo, cuanto más capaces sean los padres de concretar el momento de acostarse, más fácil será conseguir que el niño se duerma a una hora fija.
2. Crear hábitos para ir a dormir
Los niños encuentran seguridad en la rutina, les gusta la seguridad de lo habitual y es importante disponer de ciertos objetos con los que pueden contar. Por ejemplo, tener su juguete preferido en la cama, junto a él, cada noche. Besar a todo el mundo antes de irse a su habitación y después todo el mundo tiene que ir a darle un beso cuando ya está en la cama; a otros les puede gustar colocar alguna muñeca bajo la manta, junto a ellos
Tanto los rituales como los detalles reconfortantes de seguridad, tales como cobijas preferidas, muñecos, de los que dependen algunos niños, les sirven para separarse de los seres queridos y pasar del estado de vigilia al de sueño.
Los padres no deben reírse de los hábitos del niño, y por otra parte, tampoco deben consentir que se vuelvan demasiado “exigentes”. Se ha de limitar el número de juguetes que el niño se lleva a la cama, por ejemplo, se puede llevar un libro o un juguete, que él escoja. Algunos niños, como estrategia para demorar el momento de irse a acostar, alargan este proceso, lo que comporta quince minutos adicionales para conseguir que, por fin, se vayan a la cama. Los padres deben ser conscientes de si se está produciendo ésto para no permitirlo, pues de esa manera el niño está consiguiendo lo mismo pero disimulado por el hecho de estar ya en la cama.
3. Hábitos nocturnos regulares
A los niños siempre les gusta saber lo que ocurrirá un instante después de ahora. Unos hábitos nocturnos regulares conseguirán que el niño sepa que el momento de acostarse se acerca y que ha llegado el momento de parar. Se puede seguir esta guía para establecer una rutina nocturna.
4. Simplificar:
a) Tomar en consideración el horario de la familia y las preferencias del niño. No comenzar con normas que después no se seguirán. La rutina de acostarse debe proporcionar una sensación de seguridad cálida, un final del día confortable. Se discutirán por encima las incidencias del día que termina y se planearán cosas para el día siguiente. Preparar sus ropas para el día siguiente, junto a los libros, será de utilidad para niños más crecidos. Leer un cuento o comer una galleta ayudará a otros niños a entender que ha llegado el momento de acostarse.
b) Utilizar señales que hagan patente la rutina. El niño debe saber cuándo empieza la rutina del momento de acostarse. Puede ser tan simple como decir «el momento de irse a la cama es el momento en que termina tal o cual programa de televisión». También son de mucha utilidad las señales visuales, como por ejemplo el siguiente recurso.
- Se dibuja un reloj con las agujas señalando el momento de acostarse y se coloca cerca del reloj real. Cuando las manecillas del reloj real coincidan con las del reloj que hemos dibujado, el niño sabe que es el momento de irse a la cama.
- En el caso de niños más grandes que ya comprenden que el movimiento de las agujas del reloj significa que ha pasado tiempo (aunque no sepan aún interpretar la hora), se puede hacer indicándoles el punto en el que, al llegar la aguja, será hora de iniciar la rutina de acostarse.
c) Es importante mantener al niño calmado. Las peleas o los juegos muy activos inmediatamente antes de irse a la cama, no preparan al niño para dormir. Somos conscientes de que en ocasiones esto resultará difícil, sobre todo cuando haya visita en los momentos previos al acostarse, pero es importante que los padres hablen sobre la forma de proceder con las personas que se encuentren en la casa para, de esa manera, ir todos en la misma línea, que no es otra que proporcionar tranquilidad y relajación al niño antes de que se vaya a acostar.
d) En muchas ocasiones les hemos hablado sobre el “poder” que tiene la televisión hoy en día sobre los niños, por lo que es muy importante que, si los padres permiten que el niño vea televisión, hay que vigilar que no se encuentre viendo programas que no son adecuados a su edad o aquellos que puedan suponer una alteración de su estado de tranquilidad previo a irse a acostar.
e) Media hora antes de acostarse, el niño debe encontrarse relajado para cuando llegue el momento. En lugar de jugar a peleas con el papá, una guerra de almohadas, o un juego de pelota, serían más adecuadas unas costumbres sosegadas que incluyan la higiene habitual, la lectura, la narración de cuentos o la música tranquila.
f) Hacerlo especial. Lo ideal sería que el momento de acostarse fuera cálido y acogedor. Tanto para los padres como para el niño es un momento de calor y de seguridad. A muchos niños les encanta escuchar una y otra vez el mismo cuento antes de irse a la cama. A otros les complace escuchar cuentos inventados, mientras que a otros les divierten las canciones infantiles como costumbre en el momento de acostarse.
g) No hay que pensar que los niños algo mayores no necesitan estos hábitos. Incluso a los preadolescentes les encanta que les lean o bien les gusta utilizar estos momentos para charlar de algo importante con sus padres o preguntar algo antes de que se convierta en un problema. El momento de acostarse es una excelente oportunidad para los padres de acercarse a sus hijos. Los hábitos al acostarse, que comienzan en edad muy temprana ayudarán al niño toda su vida. Algunos niños adquieren el hábito de leer, otros escriben su diario o planifican el día siguiente. Otros hacen ejercicios de relajación.
h) Se ha de ser flexible, pero también se ha de saber cómo terminar las costumbres rituales. Si no se sabe cómo tomar la decisión final, cuándo ha llegado el momento de apagar la luz y de dormir, la rutina nocturna puede convertirse en algo cansado o interminable. Los padres no deben permitir evasivas por parte del niño, ni dejarse convencer de seguir leyendo «un cuento más». En vez de esto, se ha de anunciar de antemano las historias que se leerán aquella noche y cumplir lo que se ha dicho. Si establecer límites es un problema para algunos padres, pueden apoyarse en otras ayudas, como su reloj o un minutero. Hay que decir al niño que «cuando el reloj marque las 9:30, ha llegado el momento, luces apagadas, o en 15 minutos el reloj sonará, lo que significa apagar la luz».
Es importante mencionar que todas estas consideraciones, que suavizan el momento de acostarse, también deben seguirlas, en el caso que los padres no estén con el niño, las personas que cuiden de él (empleada, tía, abuelita,…) cuando ponga al niño en la cama.
5. Hablar con el niño de sus miedos y angustias
Cada individuo, incluyendo los niños, tiene temores que tienden a manifestarse de noche. El sólo hecho de apagar la luz comporta una falta de visión que, en muchas ocasiones deja volar la imaginación del niño. Para evitar esto es importante controlar qué cosas el niño ve u oye, ya sea en la televisión o en otro lugar. Los padres deben animar al niño para que hable de sus miedos, problemas y preocupaciones, a fin de poderlos solucionar, ayudando a que se duerma, e intentar también, un ligero masaje en la espalda.
6. Hacer frente al hecho de levantarse continuamente
Papá y mamá han seguido todos y cada uno de los hábitos v rituales del momento de acostarse. Samuel se ha metido en la cama hace unos instantes, pero ya no está en ella. Después de diez minutos, ya vuelve a estar en el salón, pidiendo un jugo. Esta situación, que seguro les resulta muy familiar, es de las más habituales en el momento de acostar a un niño/a.
Para solucionar este problema, están todas las técnicas descritas aquí. Hay niños a los que les bastará la aplicación de una de las técnicas, en cambio para otros niños será necesario aplicarlas todas para conseguir que permanezcan en la cama.
En este sentido, puede ser útil llevarle a la cama y ponerle un despertador que suene al poco tiempo. Dígale que regresará a su habitación antes de que suene. Gratifíquele con un masaje en la espalda por permanecer en la cama. Gradualmente, alargue el tiempo que debe permanecer en la cama antes de obtener la recompensa, ya sea un masaje en la espalda o algo que al niño le guste para desayunar. Si es necesario, utilice de nuevo el minutero, y después siéntese y léale hasta que el niño se haya dormido.
Hay que enseñar al niño cómo irse a la cama. Algunos niños pequeños no consiguen relajarse lo suficiente para poder dormir, por lo que se les pueden enseñar las técnicas de respiración y de relajación. Los padres pueden acostarse un rato al lado del niño y hablarle de lo que hay que hacer para quedarse dormido. Dígale que cierre los ojos y en un tono de voz suave cuéntele el cuento de cómo las olas del mar se siguen unas a otras para jugar y vuelven a casa una y otra vez. Recuérdele que debe echarse y quedarse quieto y tranquilo, con los ojos cerrados y recordar las olas. También se puede usar la imaginación para pensar en sus propias escenas para quedarse dormido. En el Jardín, los niños de 4 y 5 años ya conocen técnicas para relajarse, pues las utilizamos de forma regular en momentos en que en el salón no se tranquilizan. Por ejemplo una técnica que utilizamos en el Jardín es que cierren los ojos, se pongan en una posición cómoda, respiren profundamente (sin permitir la exageración y que se convierta en un juego) y decirles que: “escuchemos nuestra respiración” o “escuchemos el silencio”. De esta manera se calman y relajan.
También es bueno colocar junto al niño todo lo que se necesita para la noche: un vaso de agua, una cajita con una linterna, su juguete favorito o la música para escuchar antes de dormirse.
Para los niños más pequeños que aún permanecen en la cuna pero son lo suficientemente mayores para hablar, los hábitos nocturnos, a menudo, requieren actos más definitivos que exigen decisión por parte de los padres. Supongamos que se les ha arropado y se les ha dado un beso de buenas noches por cuarta vez, mientras se abandona la habitación diciendo: «Buenas noches, me voy a la cama>>. Se debe cerrar la puerta y no volver atrás, aunque el niño llore (a menos que se pueda pensar que el niño se encuentra realmente mal) durante un tiempo prudencial. Si después de ese tiempo el niño aún llora, se ha de volver a su habitación indicándole que se duerma, besarle y salir de nuevo durante otro tiempo. Si es necesario, hay que repetir esta rutina cada noche, hasta que el niño perciba que su táctica no da resultados. Importante: si el niño cesa de llorar, no regrese a su habitación para comprobar qué ocurre hasta estar seguro de que el niño está profundamente dormido o, de otro modo, el niño reincidirá.
En algunas ocasiones es útil y a los niños les gusta mucho utilizar un gráfico en el que se les gratifica. Un gráfico del momento de acostarse es eficaz para los niños, permitiéndoles ganar puntos para alguna recompensa deseada. Al principio, los padres pueden darles puntos por permanecer en la cama durante cinco minutos, después se ha de prolongar gradualmente el tiempo requerido para acumular los puntos necesarios. Lógicamente, este gráfico se trabaja a la mañana siguiente, no en el momento de acostarse pues se obtendría lo contrario, la excitación del niño por tener más puntos.
No discuta, si el niño suele salirse con la suya, será preciso aplicar aquellas consecuencias que los padres saben que no gustan al niño, como son la pérdida de privilegios, jugar menos rato al día siguiente, no ir al parque a jugar el rato que se acostumbra, …
7. Debemos reforzar la cooperación del niño
Utilizando palabras y acciones, hay que dar al niño respuestas positivas por su cooperación en el momento de acostarse. Planificar la rutina y llevar a cabo el plan completo a la vez. Puesto que a veces es difícil modificar comportamientos establecidos, se puede necesitar, de entrada, ofrecer recompensas, quizás utilizando el gráfico del momento de acostarse si este momento se ha convertido en la lucha de cada noche. Se pueden dar puntos por respetar las costumbres del momento de acostarse y porque el niño ha permanecido en la cama, antes de dormirse. Al principio puede darse al niño una recompensa cada noche. Las recompensas pueden incluir, por ejemplo, llevarlo al parque más rato de lo habitual, sábanas especiales, chocolates debajo de la almohada, gratificarle diciéndole que van a comunicar su buena actitud a su profesora en el Jardín (la profesora lo gratificará ante sus compañeros ese día) o un dulce antes de acostarse, al día siguiente.
Entretanto el niño acumulará puntos para una recompensa mayor que le costará más esfuerzo ganarse. Las grandes recompensas se escogerán entre las cosas o actividades que los padres saben que el niño quiere.
Habitualmente el niño que no quiere ir a la cama a su hora, es porque tiene algo más entretenido que hacer. En este sentido fije un horario muy definido para ello y hágalo cumplir siempre. Si el niño ve que puede variar este horario lo hará. Uno de los trucos que intentará será el de “hablemos”, o preguntar tratando de postergar el momento.
Otra causa de negativa para acostarse puede ser el temor a quedar solo en su habitación. En este caso conviene que uno de los padres lo acompañe y lo acueste descartando, en caso que el niño haga alguna alusión, cualquier peligro y dejando la puerta abierta y prendida alguna luz distante. Siempre es bueno halagarle, diciéndole lo grande y valiente que es por haber logrado dormirse solo/a.
Otras actividades que ayudan en este sentido son instaurar rutinas que relajen al niño como leer cuentos o contarle historias previas al acostarse de tal manera que la secuencia vaya cumpliéndose de la forma establecida.
Si el niño llora y dice que tiene miedo, regrese a la habitación y cálmelo durante algunos minutos y asegúrele que Ud. va a estar muy cerca y atento.
Si el niño se levanta de noche y va a su cama, regréselo a su habitación una y otra vez, explicando que cada uno tiene su cama y que todas son seguras y tranquilas. Hay que explicar al niño/ que, así como papá y mamá no van a acostarse con él en su cama, él no debe ir a acostarse a la cama de mamá y papá. Si Ud. cede en alguna oportunidad le será muy difícil volver a lograr que esta actitud se revierta. Lógicamente se puede exceptuar ésto en el caso de alguna enfermedad del niño/a. En este caso, es preferible que instale un diván o una silla plegable para vigilarlo en la habitación del niño, o bien coloque un despertador para controlar sus molestias cada cierto tiempo. Una vez que la enfermedad haya pasado volverá a cumplirse la rutina previa, explicándole al niño que ya está normal y no necesita cuidados especiales.
Durante el día no permita siestas prolongadas y en las mañanas despiértelo a la hora fijada de antemano.
Hay muchas familias que, durante el fin de semana o las vacaciones “flexibilizan” la hora de acostarse de los niños. Esto puede ser bueno, ya que los padres pueden utilizarlo de manera que le digan al niño/a que le permiten acostarse más tarde como gratificación por haberse acostado durante la semana a la hora convenida. En ese orden de ideas, en el momento en que el niño/a no proceda correctamente durante la semana, se le debe hacer saber retirándole esa “gratificación” del fin de semana, lo que hará que durante el fin de semana se acueste a la misma hora que durante la semana. Esta “flexibilidad”, que reiteramos puede ser buena manejándola en forma de gratificación, no es bueno que se convierta en que el niño se acueste a horas intempestivas, se le permita presenciar programas en la televisión que están fuera del horario infantil, o bien que acompañe a los adultos en reuniones en la casa en las que haya consumo de bebidas alcohólicas. Es muy bueno en este sentido aprovechar este rato “gratis” del fin de semana para compartir más en familia con los niños.
Para terminar, y a modo de resumen, como les hemos mencionado en muchas ocasiones de forma verbal, el momento de acostarse no es más que otra de las rutinas que los padres deben establecer en la casa, de la misma manera que está la rutina del baño, del almuerzo o de la comida. Recuerden que ustedes son los adultos de la casa, y como tal, son los que deben establecer las normas, no esperar que sean los niños los que lo hagan.
Estamos convencidos que siguiendo estas recomendaciones, tanto para los padres como para los niños/as, les va a resultar más fácil el momento en que los niños/as deben ir a la cama. A los padres porque les ayudará a reducir el conflicto diario en el momento en que le dicen a su hijo que debe ir a descansar, y a los niños también les ayudará, pues como ya les hemos dicho, las rutinas les dan seguridad y confianza, los niños agradecen, aunque no lo digan de forma verbal, la seguridad de lo habitual. Y por otra parte, colaboraremos con los niños a que duerman y descansen las horas adecuadas, lo cual les permitirá durante el día siguiente una actividad normal y adecuada a su edad.
Esperamos que el presente artículo haya sido de su interés.
JARDÍN INFANTIL PÁRVULOS
DIRECTIVA
En esta ocasión hemos pensado tratar con ustedes un tema que las familias nos suelen consultar con bastante frecuencia: ¿qué hacer en el caso de aquellos niños/as que no quieren acostarse?
En primer lugar, es bueno mencionar que este comportamiento o actitud, se suele presentar de dos maneras distintas:
1. En unos casos, el niño/a manifiesta de forma clara y expresa “no quiero acostarme”, “no quiero ir a dormir”
2. En otros casos, no hay una manifestación clara, sino que más bien hay comentarios del tipo “déjame ver un rato más la televisión”, “voy a jugar”, “conversemos”, o bien se inician por parte del niño una serie de comportamientos como pueden ser no hacer caso de lo que se le dice, como si no oyese al papá o mamá diciéndole que es hora de ir a dormir, o bien abandona la estancia donde está la familia para iniciar alguna actividad diferente (juegos, tareas,…)
A pesar de que en el segundo caso no hay una alusión clara al hecho de no acostarse, deben tener claro que la intención es la misma, es el rechazo al hecho de ir a acostarse.
Una vez mencionado esto, que nos parece importante, esperamos que las consideraciones que tratamos en este artículo les sean de utilidad.
Consideraciones:
Un niño puede resistirse a acostarse por varios motivos, entre los que pueden estar:
- Tener miedo de la oscuridad
- Que le de miedo no despertarse (esto duele producirse en niños más grandes)
- Se siente inseguro cuando está solo
- …
Indudablemente, le gustaría más jugar o ver la televisión y, en realidad, preferiría la compañía y atención de sus padres.
Cuando los niños van creciendo, su vida social adquiere preponderancia, y puede ser más habitual el hecho de que a según qué horas aún están compartiendo con amigos, compañeros o visitas. No obstante, todos los niños deben tener su hora de acostarse y si se quiere paz en casa, los padres no pueden transigir en esta cuestión. Los papás o mamás que dicen « ¿no crees que ha llegado el momento de acostarte?», han declinado su responsabilidad y sus hijos no se acostarán a la hora adecuada; sin duda con esa pregunta los papás están dando la autoridad a su hijo/a en lo que se refiere el hecho de la hora de acostarse.
Los padres que siempre permiten al niño permanecer levantado «sólo un poco más», tendrán siempre problemas con el momento de acostarse. Cuando un niño/a ve que existe la posibilidad de que el papá o mamá transija, sin duda se agarrará a ella, y esto se producirá con más evidencia en niños que son nerviosos. De ahí pues que para muchos padres, conseguir acostar a sus hijos es una más de las batallas al final de un largo día, justo en el momento en que ellos necesitan tiempo para sí mismos.
En nuestra opinión, creemos que todos estos consejos pueden ser de utilidad a todos los padres, pero en el caso de los padres primerizos puede zanjar los problemas nocturnos antes de que empiecen. Si la hora de acostarse ya es un problema, será necesario planificar nuevas iniciativas para conseguir que el niño duerma. Es importante decidir lo que se hará, que el niño sepa que el cambio es inminente y que el día 1 hay que poner el plan en marcha.
Hay otro aspecto muy importante y que puede derivarse del hecho de no querer acostarse o demorar la hora de hacerlo, que es la disminución paulatina de las horas de sueño y los perjuicios que ello puede ocasionar para el niño/a. En ocasiones hay desconocimiento sobre este asunto, y pocas familias se plantean esta duda a la hora de fijar la rutina de su niño/a. Sin duda, la ciencia ha demostrado que la falta de sueño es perjudicial para los hijos, sean bebés, niños o adolescentes.
Cada niño es un mundo, y no existen reglas sobre cuántas horas necesitan dormir. Sin embargo es fácil detectar si sus hijos necesitan más horas de sueño porque, al no tener tantos recursos como los mayores, suelen manifestar la necesidad a través de ciertos comportamientos que debemos aprender a interpretar.
La irritabilidad, problemas atípicos con la psicomotricidad, falta de rendimiento o problemas con sus amigos en el Jardín, el colegio, falta de resistencia ante los virus más comunes.... Todos estos factores y otros pueden servir para decirnos que el organismo de nuestro hijo está pidiendo descansar más.
A continuación, y sin querernos extender demasiado en este tema de las horas adecuadas de sueño, les detallamos algunas cosas que deben tener en cuenta en el momento de determinar si su hijo duerme lo suficiente:
• Los bebés recién nacidos duermen hasta 16 horas por día. Al principio, se despiertan cada dos o tres horas para comer.
• Dormir bien es importante desde el punto de bienestar de un bebé y un niño.
• Por la noche el cuerpo produce más la hormona que estimula el crecimiento. Por lo tanto, el sueño es un factor muy importante para el desarrollo de los niños.
• Entre los seis meses y un año, los bebés duermen hasta cinco o seis horas interrumpidas.
• Los niños entre un año y cinco años duermen hasta 12 horas al día.
• Un niño en la edad de preescolar puede necesitar entre 10 y 12 horas al día.
• Un niño escolar debe dormir unas 10 horas al día.
• El sueño de cada niño depende de la necesidad individual de cada uno. Si un bebé tiene suficiente con 10 horas, es feliz y sano, no tienen porque preocuparse los padres.
Es obvio decir que, antes de empezar a preocuparse por las horas que duerme su hijo, los papás o adultos responsables del niño deben analizar los hábitos del núcleo familiar. Si un niño/a no duerme suficientes horas, no es responsabilidad suya, sino más bien del adulto que es el que debe establecerle las rutinas. De la misma manera que a nadie se le ocurriría regañar a un niño porque no se amarra bien los zapatos sin que se le haya enseñado, nadie puede pensar que un niño por sí sólo va a determinar a qué hora debe acostarse o cuántas horas de sueño son adecuadas para él. Eso es responsabilidad, única y exclusivamente del adulto. En nuestra opinión, si el niño vive en una familia en la que el horario es “flexible” y no existe una rutina fija, seguramente hay una conexión entre los trastornos de sueño de su hijo y la organización familiar.
En todo caso, el perjuicio que puede causar el hecho de no descansar las suficientes horas, daría para un artículo diferente. La finalidad del presente es ayudarles a corregir la conducta de no querer acostarse por parte del niño. No cabe duda de que, asociada a la modificación de esa conducta en el niño, vendrá un adecuado descanso.
Orientaciones:
1. Decidir cuándo hay que acostarse
Es muy importante que los papás decidan el momento preciso en que el niño debe acostarse y, una vez decidido, proceder siempre de la misma manera y con firmeza. Esto no significa que los padres deban ser absolutamente rígidos e insistir en que el niño debe estar siempre en la cama a las ocho en punto, aunque precisamente en aquel momento acabe de llegar papá o esté en casa la abuelita. Sin embargo, cuanto más capaces sean los padres de concretar el momento de acostarse, más fácil será conseguir que el niño se duerma a una hora fija.
2. Crear hábitos para ir a dormir
Los niños encuentran seguridad en la rutina, les gusta la seguridad de lo habitual y es importante disponer de ciertos objetos con los que pueden contar. Por ejemplo, tener su juguete preferido en la cama, junto a él, cada noche. Besar a todo el mundo antes de irse a su habitación y después todo el mundo tiene que ir a darle un beso cuando ya está en la cama; a otros les puede gustar colocar alguna muñeca bajo la manta, junto a ellos
Tanto los rituales como los detalles reconfortantes de seguridad, tales como cobijas preferidas, muñecos, de los que dependen algunos niños, les sirven para separarse de los seres queridos y pasar del estado de vigilia al de sueño.
Los padres no deben reírse de los hábitos del niño, y por otra parte, tampoco deben consentir que se vuelvan demasiado “exigentes”. Se ha de limitar el número de juguetes que el niño se lleva a la cama, por ejemplo, se puede llevar un libro o un juguete, que él escoja. Algunos niños, como estrategia para demorar el momento de irse a acostar, alargan este proceso, lo que comporta quince minutos adicionales para conseguir que, por fin, se vayan a la cama. Los padres deben ser conscientes de si se está produciendo ésto para no permitirlo, pues de esa manera el niño está consiguiendo lo mismo pero disimulado por el hecho de estar ya en la cama.
3. Hábitos nocturnos regulares
A los niños siempre les gusta saber lo que ocurrirá un instante después de ahora. Unos hábitos nocturnos regulares conseguirán que el niño sepa que el momento de acostarse se acerca y que ha llegado el momento de parar. Se puede seguir esta guía para establecer una rutina nocturna.
4. Simplificar:
a) Tomar en consideración el horario de la familia y las preferencias del niño. No comenzar con normas que después no se seguirán. La rutina de acostarse debe proporcionar una sensación de seguridad cálida, un final del día confortable. Se discutirán por encima las incidencias del día que termina y se planearán cosas para el día siguiente. Preparar sus ropas para el día siguiente, junto a los libros, será de utilidad para niños más crecidos. Leer un cuento o comer una galleta ayudará a otros niños a entender que ha llegado el momento de acostarse.
b) Utilizar señales que hagan patente la rutina. El niño debe saber cuándo empieza la rutina del momento de acostarse. Puede ser tan simple como decir «el momento de irse a la cama es el momento en que termina tal o cual programa de televisión». También son de mucha utilidad las señales visuales, como por ejemplo el siguiente recurso.
- Se dibuja un reloj con las agujas señalando el momento de acostarse y se coloca cerca del reloj real. Cuando las manecillas del reloj real coincidan con las del reloj que hemos dibujado, el niño sabe que es el momento de irse a la cama.
- En el caso de niños más grandes que ya comprenden que el movimiento de las agujas del reloj significa que ha pasado tiempo (aunque no sepan aún interpretar la hora), se puede hacer indicándoles el punto en el que, al llegar la aguja, será hora de iniciar la rutina de acostarse.
c) Es importante mantener al niño calmado. Las peleas o los juegos muy activos inmediatamente antes de irse a la cama, no preparan al niño para dormir. Somos conscientes de que en ocasiones esto resultará difícil, sobre todo cuando haya visita en los momentos previos al acostarse, pero es importante que los padres hablen sobre la forma de proceder con las personas que se encuentren en la casa para, de esa manera, ir todos en la misma línea, que no es otra que proporcionar tranquilidad y relajación al niño antes de que se vaya a acostar.
d) En muchas ocasiones les hemos hablado sobre el “poder” que tiene la televisión hoy en día sobre los niños, por lo que es muy importante que, si los padres permiten que el niño vea televisión, hay que vigilar que no se encuentre viendo programas que no son adecuados a su edad o aquellos que puedan suponer una alteración de su estado de tranquilidad previo a irse a acostar.
e) Media hora antes de acostarse, el niño debe encontrarse relajado para cuando llegue el momento. En lugar de jugar a peleas con el papá, una guerra de almohadas, o un juego de pelota, serían más adecuadas unas costumbres sosegadas que incluyan la higiene habitual, la lectura, la narración de cuentos o la música tranquila.
f) Hacerlo especial. Lo ideal sería que el momento de acostarse fuera cálido y acogedor. Tanto para los padres como para el niño es un momento de calor y de seguridad. A muchos niños les encanta escuchar una y otra vez el mismo cuento antes de irse a la cama. A otros les complace escuchar cuentos inventados, mientras que a otros les divierten las canciones infantiles como costumbre en el momento de acostarse.
g) No hay que pensar que los niños algo mayores no necesitan estos hábitos. Incluso a los preadolescentes les encanta que les lean o bien les gusta utilizar estos momentos para charlar de algo importante con sus padres o preguntar algo antes de que se convierta en un problema. El momento de acostarse es una excelente oportunidad para los padres de acercarse a sus hijos. Los hábitos al acostarse, que comienzan en edad muy temprana ayudarán al niño toda su vida. Algunos niños adquieren el hábito de leer, otros escriben su diario o planifican el día siguiente. Otros hacen ejercicios de relajación.
h) Se ha de ser flexible, pero también se ha de saber cómo terminar las costumbres rituales. Si no se sabe cómo tomar la decisión final, cuándo ha llegado el momento de apagar la luz y de dormir, la rutina nocturna puede convertirse en algo cansado o interminable. Los padres no deben permitir evasivas por parte del niño, ni dejarse convencer de seguir leyendo «un cuento más». En vez de esto, se ha de anunciar de antemano las historias que se leerán aquella noche y cumplir lo que se ha dicho. Si establecer límites es un problema para algunos padres, pueden apoyarse en otras ayudas, como su reloj o un minutero. Hay que decir al niño que «cuando el reloj marque las 9:30, ha llegado el momento, luces apagadas, o en 15 minutos el reloj sonará, lo que significa apagar la luz».
Es importante mencionar que todas estas consideraciones, que suavizan el momento de acostarse, también deben seguirlas, en el caso que los padres no estén con el niño, las personas que cuiden de él (empleada, tía, abuelita,…) cuando ponga al niño en la cama.
5. Hablar con el niño de sus miedos y angustias
Cada individuo, incluyendo los niños, tiene temores que tienden a manifestarse de noche. El sólo hecho de apagar la luz comporta una falta de visión que, en muchas ocasiones deja volar la imaginación del niño. Para evitar esto es importante controlar qué cosas el niño ve u oye, ya sea en la televisión o en otro lugar. Los padres deben animar al niño para que hable de sus miedos, problemas y preocupaciones, a fin de poderlos solucionar, ayudando a que se duerma, e intentar también, un ligero masaje en la espalda.
6. Hacer frente al hecho de levantarse continuamente
Papá y mamá han seguido todos y cada uno de los hábitos v rituales del momento de acostarse. Samuel se ha metido en la cama hace unos instantes, pero ya no está en ella. Después de diez minutos, ya vuelve a estar en el salón, pidiendo un jugo. Esta situación, que seguro les resulta muy familiar, es de las más habituales en el momento de acostar a un niño/a.
Para solucionar este problema, están todas las técnicas descritas aquí. Hay niños a los que les bastará la aplicación de una de las técnicas, en cambio para otros niños será necesario aplicarlas todas para conseguir que permanezcan en la cama.
En este sentido, puede ser útil llevarle a la cama y ponerle un despertador que suene al poco tiempo. Dígale que regresará a su habitación antes de que suene. Gratifíquele con un masaje en la espalda por permanecer en la cama. Gradualmente, alargue el tiempo que debe permanecer en la cama antes de obtener la recompensa, ya sea un masaje en la espalda o algo que al niño le guste para desayunar. Si es necesario, utilice de nuevo el minutero, y después siéntese y léale hasta que el niño se haya dormido.
Hay que enseñar al niño cómo irse a la cama. Algunos niños pequeños no consiguen relajarse lo suficiente para poder dormir, por lo que se les pueden enseñar las técnicas de respiración y de relajación. Los padres pueden acostarse un rato al lado del niño y hablarle de lo que hay que hacer para quedarse dormido. Dígale que cierre los ojos y en un tono de voz suave cuéntele el cuento de cómo las olas del mar se siguen unas a otras para jugar y vuelven a casa una y otra vez. Recuérdele que debe echarse y quedarse quieto y tranquilo, con los ojos cerrados y recordar las olas. También se puede usar la imaginación para pensar en sus propias escenas para quedarse dormido. En el Jardín, los niños de 4 y 5 años ya conocen técnicas para relajarse, pues las utilizamos de forma regular en momentos en que en el salón no se tranquilizan. Por ejemplo una técnica que utilizamos en el Jardín es que cierren los ojos, se pongan en una posición cómoda, respiren profundamente (sin permitir la exageración y que se convierta en un juego) y decirles que: “escuchemos nuestra respiración” o “escuchemos el silencio”. De esta manera se calman y relajan.
También es bueno colocar junto al niño todo lo que se necesita para la noche: un vaso de agua, una cajita con una linterna, su juguete favorito o la música para escuchar antes de dormirse.
Para los niños más pequeños que aún permanecen en la cuna pero son lo suficientemente mayores para hablar, los hábitos nocturnos, a menudo, requieren actos más definitivos que exigen decisión por parte de los padres. Supongamos que se les ha arropado y se les ha dado un beso de buenas noches por cuarta vez, mientras se abandona la habitación diciendo: «Buenas noches, me voy a la cama>>. Se debe cerrar la puerta y no volver atrás, aunque el niño llore (a menos que se pueda pensar que el niño se encuentra realmente mal) durante un tiempo prudencial. Si después de ese tiempo el niño aún llora, se ha de volver a su habitación indicándole que se duerma, besarle y salir de nuevo durante otro tiempo. Si es necesario, hay que repetir esta rutina cada noche, hasta que el niño perciba que su táctica no da resultados. Importante: si el niño cesa de llorar, no regrese a su habitación para comprobar qué ocurre hasta estar seguro de que el niño está profundamente dormido o, de otro modo, el niño reincidirá.
En algunas ocasiones es útil y a los niños les gusta mucho utilizar un gráfico en el que se les gratifica. Un gráfico del momento de acostarse es eficaz para los niños, permitiéndoles ganar puntos para alguna recompensa deseada. Al principio, los padres pueden darles puntos por permanecer en la cama durante cinco minutos, después se ha de prolongar gradualmente el tiempo requerido para acumular los puntos necesarios. Lógicamente, este gráfico se trabaja a la mañana siguiente, no en el momento de acostarse pues se obtendría lo contrario, la excitación del niño por tener más puntos.
No discuta, si el niño suele salirse con la suya, será preciso aplicar aquellas consecuencias que los padres saben que no gustan al niño, como son la pérdida de privilegios, jugar menos rato al día siguiente, no ir al parque a jugar el rato que se acostumbra, …
7. Debemos reforzar la cooperación del niño
Utilizando palabras y acciones, hay que dar al niño respuestas positivas por su cooperación en el momento de acostarse. Planificar la rutina y llevar a cabo el plan completo a la vez. Puesto que a veces es difícil modificar comportamientos establecidos, se puede necesitar, de entrada, ofrecer recompensas, quizás utilizando el gráfico del momento de acostarse si este momento se ha convertido en la lucha de cada noche. Se pueden dar puntos por respetar las costumbres del momento de acostarse y porque el niño ha permanecido en la cama, antes de dormirse. Al principio puede darse al niño una recompensa cada noche. Las recompensas pueden incluir, por ejemplo, llevarlo al parque más rato de lo habitual, sábanas especiales, chocolates debajo de la almohada, gratificarle diciéndole que van a comunicar su buena actitud a su profesora en el Jardín (la profesora lo gratificará ante sus compañeros ese día) o un dulce antes de acostarse, al día siguiente.
Entretanto el niño acumulará puntos para una recompensa mayor que le costará más esfuerzo ganarse. Las grandes recompensas se escogerán entre las cosas o actividades que los padres saben que el niño quiere.
Habitualmente el niño que no quiere ir a la cama a su hora, es porque tiene algo más entretenido que hacer. En este sentido fije un horario muy definido para ello y hágalo cumplir siempre. Si el niño ve que puede variar este horario lo hará. Uno de los trucos que intentará será el de “hablemos”, o preguntar tratando de postergar el momento.
Otra causa de negativa para acostarse puede ser el temor a quedar solo en su habitación. En este caso conviene que uno de los padres lo acompañe y lo acueste descartando, en caso que el niño haga alguna alusión, cualquier peligro y dejando la puerta abierta y prendida alguna luz distante. Siempre es bueno halagarle, diciéndole lo grande y valiente que es por haber logrado dormirse solo/a.
Otras actividades que ayudan en este sentido son instaurar rutinas que relajen al niño como leer cuentos o contarle historias previas al acostarse de tal manera que la secuencia vaya cumpliéndose de la forma establecida.
Si el niño llora y dice que tiene miedo, regrese a la habitación y cálmelo durante algunos minutos y asegúrele que Ud. va a estar muy cerca y atento.
Si el niño se levanta de noche y va a su cama, regréselo a su habitación una y otra vez, explicando que cada uno tiene su cama y que todas son seguras y tranquilas. Hay que explicar al niño/ que, así como papá y mamá no van a acostarse con él en su cama, él no debe ir a acostarse a la cama de mamá y papá. Si Ud. cede en alguna oportunidad le será muy difícil volver a lograr que esta actitud se revierta. Lógicamente se puede exceptuar ésto en el caso de alguna enfermedad del niño/a. En este caso, es preferible que instale un diván o una silla plegable para vigilarlo en la habitación del niño, o bien coloque un despertador para controlar sus molestias cada cierto tiempo. Una vez que la enfermedad haya pasado volverá a cumplirse la rutina previa, explicándole al niño que ya está normal y no necesita cuidados especiales.
Durante el día no permita siestas prolongadas y en las mañanas despiértelo a la hora fijada de antemano.
Hay muchas familias que, durante el fin de semana o las vacaciones “flexibilizan” la hora de acostarse de los niños. Esto puede ser bueno, ya que los padres pueden utilizarlo de manera que le digan al niño/a que le permiten acostarse más tarde como gratificación por haberse acostado durante la semana a la hora convenida. En ese orden de ideas, en el momento en que el niño/a no proceda correctamente durante la semana, se le debe hacer saber retirándole esa “gratificación” del fin de semana, lo que hará que durante el fin de semana se acueste a la misma hora que durante la semana. Esta “flexibilidad”, que reiteramos puede ser buena manejándola en forma de gratificación, no es bueno que se convierta en que el niño se acueste a horas intempestivas, se le permita presenciar programas en la televisión que están fuera del horario infantil, o bien que acompañe a los adultos en reuniones en la casa en las que haya consumo de bebidas alcohólicas. Es muy bueno en este sentido aprovechar este rato “gratis” del fin de semana para compartir más en familia con los niños.
Para terminar, y a modo de resumen, como les hemos mencionado en muchas ocasiones de forma verbal, el momento de acostarse no es más que otra de las rutinas que los padres deben establecer en la casa, de la misma manera que está la rutina del baño, del almuerzo o de la comida. Recuerden que ustedes son los adultos de la casa, y como tal, son los que deben establecer las normas, no esperar que sean los niños los que lo hagan.
Estamos convencidos que siguiendo estas recomendaciones, tanto para los padres como para los niños/as, les va a resultar más fácil el momento en que los niños/as deben ir a la cama. A los padres porque les ayudará a reducir el conflicto diario en el momento en que le dicen a su hijo que debe ir a descansar, y a los niños también les ayudará, pues como ya les hemos dicho, las rutinas les dan seguridad y confianza, los niños agradecen, aunque no lo digan de forma verbal, la seguridad de lo habitual. Y por otra parte, colaboraremos con los niños a que duerman y descansen las horas adecuadas, lo cual les permitirá durante el día siguiente una actividad normal y adecuada a su edad.
Esperamos que el presente artículo haya sido de su interés.
JARDÍN INFANTIL PÁRVULOS
DIRECTIVA
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