Preparados, listos… ¡YA!
Arranca a esta edad uno de los motores más importantes de cuantos van a propulsar durante toda su vida la maquinaria intelectual y emocional de tu hijo: la curiosidad.
Te va a preguntar tantas veces el por qué de esto y de aquello que vas a acabar teniéndote por una especie de enciclopedia andante. Lo más probable es que te sorprenda descubriendo cuánto sabes de algunas cosas, y qué poco de otras.
Y ojo, porque tu pequeño tiene una memoria de elefante para todo, y una capacidad de relación muy superior a la que imaginas. De modo que, si no eres sincero en tus respuestas, y por ejemplo le contestas de forma rápida y sin pensar algo que no es verdad, lo único que lograrás será confundirle, y con ello provocar en él muchas más preguntas que te obligarán a desenredar la madeja poco a poco...
Y es que no aconsejamos mentirle ni engañarle jamás, aunque el cansancio o las preocupaciones te tienten a ello para que no te siga preguntando. Recuerda que, a esta edad, para él, o ella, papá y/o mamá son una fuente de información absolutamente fiable y segura. Eres nada menos que su mamá o su papá: ¡La persona más sabia del mundo! ¿Lo que ti le digas, irá a misa!
Y por supuesto, hay que evitar regañarles por ser curiosos. Al contrario, debemos demostrarles que la curiosidad es la mejor herramienta para descubrir y comprender el mundo, y la conversación una de las mejores formas de ponerla a trabajar. Para ellos, el continuo cuestionamiento de la realidad (“¿qué es esto?”, “¿para qué sirve aquello?”) es un gran ejercicio intelectual que les permite sentirse tan vivos como cuando saltan, corren o cantan.
No os podéis ni imaginar la cantidad de cosas que estoy aprendiendo:
A decir frases con muchas palabras, a pedalear en mi triciclo, a dar patadas fortísimas a la pelota, para que vaya muy lejos. A quitarme la ropa, a… Pero, la cosa que mejor sé hacer, esa de la que me siento más orgulloso, es una que sé que además os hace muy felices: cada vez soy mejor aguantándome el chichí y el popó durante el día. Te conozco que no es fácil…pero ya casi lo consigo sin pensarlo.
Es verdad que a veces me enredo con el botón del pantalón, o que espero demasiado a avisaros porque estoy muy entretenido jugando, y cuando corro a que me ayudéis, ya es muy tarde… Pero en general creo que lo hago muy bien y que me merezco esas felicitaciones tan festivas que me hacéis cuando todo sale como debe.
Dentro de nada me atreveré a intentar aguantar también el chichí por la noche. Pero tranquilos, que ya llegará ese momento cuando toque. Por ahora los pañales son una buena compañía, y además tengo muchas otras cosas a las que dedicarme.
¿CÓMO SOY? ¿QUÉ NECESITO?
Estas son algunas de las cosas que ya sé y me gusta hacer:
• Preguntarlo todo. Bueno, de esto ya os habéis dado cuenta. Por cierto, ¿por qué se preguntan cosas?
• Escuchar una y otra vez los mismos cuentos, rimas y canciones.
• Dedicar mucho más tiempo que antes a una tarea.
• Tener rabietas. También me he dado cuenta de que soy muy hábil en esto. Por cierto, he observado que otros niños consiguen que sus padres les hagan muchísimo caso cuando se ponen caprichosos. ¿Por qué yo no?
• Sé darme cuenta de cuándo estáis enfadados, tristes o contentos. Lo que más me gusta es que estéis contentos. ¿Por qué estáis a veces tristes? Y ya sé que a veces os enfadáis un poco conmigo… ¡Eso no me gusta!
• Me gusta mucho jugar a que hago cosas de mayores: jugar con una cocinita, o a que plancho, o a que conduzco un coche.
Estas son el tipo de cosas que necesito:
• Que me habléis de forma normal, y no como a un bebé, ni repitiendo las palabras que pronuncio mal, aunque os haga reír mucho, es mejor que no me las repitáis.
• Que dejéis que intente explicarme, por mucho que a veces me cueste. Vuestra atención en esos momentos difíciles es uno de los regalos que más me gustan.
• ¡Que me digáis que me queréis mucho! Me gusta saberlo, estar muy seguro, escuchároslo. Me hace sentir seguro y bien.
• Que me digáis tanto lo que hago bien como lo que hago mal, y no sólo esto último. Y si os enfada algo que he hecho, no me hagáis creer que no me queréis o que estáis dispuestos a abandonarme. Ni siquiera un rato.
• Tiempo para jugar a solas. Me encanta jugar con vosotros, con los abuelos y con otros niños. Pero también necesito mi propio tiempo con mis juguetes.
• También necesito que me enseñéis a esperar mi turno. A menudo no me sale muy bien esperar.
• Y que cuando tenga una de mis grandes rabietas tengáis paciencia y esperéis a que vuelva la tranquilidad para explicarme bien lo que ha sucedido. Porque... ¡Para todo hay un porqué! ¡Y vosotros sabéis los porqués de todo!
Finalizamos aquí el artículo de esta semana, dedicado al rango de edad de 2 a 3 años. Nos vemos la próxima semana con un nuevo artículo.
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