La mayoría de las cosas las aprendemos por imitación. El idioma, el acento, la forma de comportarnos en sociedad o de comprender el mundo. Todo esto lo debemos a la forma en que actúa nuestro entorno más inmediato: familia, amigos, compañeros... Sobre todo, cuando somos pequeños. En ese momento todavía nos queda muy lejos el momento de comenzar a desarrollar nuestro propio criterio.
A partir de los dieciocho meses las antenas receptoras de cuanto pasa a nuestro alrededor comienzan a trabajar a una potencia sólo comparable con la capacidad de absorción y ordenación en el cerebro de la información que captan. Esto no quiere decir que hasta ahora no lo hicieran, ni mucho menos. La ciencia no deja de asombrarse del funcionamiento de la mente infantil desde la primera edad. Lo que sucede es que es en este momento cuando se comienza a adquirir una creciente capacidad de comunicación, la cual permite una comprensión cada vez mayor del entorno humano y material, así como una progresiva habilidad para imitar comportamientos. Tanto positivos como negativos...
En esta etapa, mamás y papás comienzan a verse cada vez más reflejados en algunas o muchas de las actitudes de sus hij@s. Esto quiere decir que hemos de empezar a tener más cuidado nosotros mismos, pues una parte muy importante de cuanto les transmitamos va a ser mediante una vía que no controlamos del todo: eso que denominamos “nuestra forma de ser”. Si hablamos muy alto o gritamos cuando nos enfadamos, ellos seguro harán lo mismo. Si no saludamos a las personas con las que nos encontramos o al llegar a algún lugar, ellos tampoco lo harán. Si no damos las gracias cuando nos hacen un favor, tampoco ellos lo harán. Si no nos sentimos a gusto en según qué circunstancias, ellos percibirán y harán suya nuestra inquietud. Por supuesto, no se trata de forzar situaciones, sino de ser conscientes de qué les estamos transmitiendo, e intentar cuando sea posible corregir ese tipo de descuidos en los que caemos a menudo. Por ejemplo, hay personas que no pueden evitar ponerse muy nerviosas si ven cerca un perro, por pequeño que sea. Pero sí pueden intentar no reaccionar de forma exagerada, y comunicar en consecuencia que esa es la forma de reaccionar ante estos animales.
Estamos a la entrada de una nueva etapa en el desarrollo de los pequeños. Una vez más, es apasionante.
Pero ¿qué es lo que nuestr@s pequeñs necesitan para aprovecharla de forma óptima?
¿CÓMO SOY? ¿QUÉ NECESITO?
Ya estoy lanzado. ¡Allá voooy! No sé si os habréis dado cuenta, pero si me lo propongo soy capaz de alcanzar a la carrera velocidades supersónicas. Además, lo de subir y bajar escaleras ya no tiene secretos para mí… Siempre que me cojáis de una mano, claro. Hay muchas cosas que ya me gusta hacer por mi cuenta, y otras en las que me arreglo mejor si me ayudáis. Para eso sois mis papás, ¿no?
Por ejemplo: soy capaz de comer con cuchara sin que nadie me ayude…ya sé que me mancho, y que se me cae mucha comida en la mesa y al suelo, que dejo el vaso tan inclinado que en vez de ponerse recto se cae de lado y empapa todo de agua. Pero… ¿a que cada vez lo hago mejor? Bueno, yo creo que sí… Y me llena de orgullo saber que así es. A vosotros también, ¿verdad?
Estas son algunas de las cosas que ya sé y me gusta hacer:
- Ir de vuestra mano. He podido ver que cuando me cogéis de la mano vais algo inclinados. Espero que no os duela mucho la espalda después.
- Me encanta hacer dibujos, mezclar colores y garabatear.
- Decir hola y adiós con la mano, e incluso de palabra.
- Señalar con mi dedito partes de mi cuerpo según las vais nombrando.
- Ver cuentos, y mejor si me los leéis al mismo tiempo. También mirar fotografías, y señalar en ellas detalles que seguro que a vosotros os pasan desapercibidos.
- Decir con mucha claridad “sí” y “no”. Y unir unas palabras con otras, como vosotros.
- Dormir en una cama, como una persona mayor.
- Por el día, empiezo a ser capaz de aguantarme mis necesidades…aunque reconozco que no es tan fácil acostumbrado a la comodidad del pañal...
- Cuando no sé hacer algo sé pediros ayuda.
- Me encanta además imitaros: hacer que hablo por teléfono, que me peino…
Estas son el tipo de cosas que necesito:
- Espacios amplios, y también abiertos, y sin obstáculos peligrosos, para caminar y correr cuanto quiera.
- Muchos sitios para explorar.
- Música y canciones de ritmo fácil. Me gustan mucho esas en las que tenemos que hacer gestos en algunas partes. Y las que son muy repetitivas.
- Que me dejéis jugar con objetos pequeñitos. Pero vigiladme, ¿eh? porque muchas veces se me ocurre metérmelos en la boca.
- Que me expliquéis lo que hacemos juntos, y me digáis los nombres de las cosas que hay a nuestro alrededor. Aunque no lo parezca, voy tomando buena nota.
- Juguetes de esos de montar: puzzles y construcciones fáciles, por ejemplo.
- Que me animéis a vestirme y desvestirme por mi cuenta. Aunque tarde mucho.
- Que me felicitéis por comportarme de manera adecuada o agradable, y seáis sensibles y amables, pero firmes, cuando desaprobéis lo que hago.
- Y no me castiguéis cuando os moleste algo que hago, ya sea por ponerme a mí mismo en peligro o por romper algo. Aún me cuesta un poco comprender los castigos. Cuando somos tan pequeñitos, son lo peor que existe. Además, precisamente para explicar las cosas se inventaron las palabras, ¿verdad?
Finalizamos aquí el artículo de esta semana, dedicado al rango de edad de 18 a 24 meses. Nos vemos la próxima semana con un nuevo artículo.
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