lunes, 11 de junio de 2018

MIRA CÓMO CREZCO. DE LOS 3 A LOS 4 AÑOS



¡Tres años! Cómo pasa el tiempo… ¿verdad? 

Desde nuestro punto de vista, siempre recomendamos iniciar la etapa del Jardín Infantil a edades tempranas para propiciar en los niños que reciban una estimulación a cargo de personal profesional y cualificado. Ésto redundará posteriormente en un mejor desempeño, no sólo a nivel académico, sino a nivel de madurez personal y social. Debido a que en la época actual las familias han reducido el número de hijos, en la mayoría de ocasiones el niño o niña no tiene ocasión de compartir con sus pares si no es en una Institución como un JArdín Infantil.

A pesar de esto, hay familias que deciden iniciar la etapa del Jardín a esta edad, los 3 años. Ene esta edad, una parte muy importante de lo que les queda a l@s pequeñ@s por aprender, y de su desarrollo, tendrá como escenarios las aulas del Jardín, el patio de recreo, sus compañer@s y profesoras, … Entre sus compañeros van a salir algunos de sus mejores amigos, con quienes van a aprender muchas de las claves de la vida social.

Y es que si hasta ahora la principal atención al desarrollo de los pequeños la recibía sobre todo su crecimiento (el peso, la altura…), el progreso de sus capacidades físicas (gatear, ponerse en pie, caminar…) y de vocabulario (sus primeras palabras y frases), y otras por el estilo, en adelante van a entrar más en juego otras no menos importantes.

A partir de este año va a haber que estar atentos también a cómo avanzan sus habilidades motoras (correr, saltar, mantener el equilibrio, dibujar…), verbales (su capacidad de comunicación), intelectuales (de pensamiento), emocionales (de sentimiento), y como hemos dicho, sociales (de relación con los demás).

¿Y todo eso lo va a aprender en el Jardín? ¡Por supuesto que no! Un error mucho más común de lo que parece es creerse que de ahora en adelante todo el aprendizaje y desarrollo de los niños y niñas dependerá de la formación que reciban en el salón. De hecho, muchos padres y madres consideran la llegada de la etapa del Jardín Infantil como una especie de liberación personal, como si en adelante las maestras fuesen las principales responsables del avance de sus hijos en esos aspectos mencionados. Esta concepción de los niños, de la familia y del Jardín Infantil no sólo es equivocada, sino que puede tener consecuencias en el progreso como personas de quienes más queremos.

Debemos, por tanto, disponernos a acometer una nueva etapa en nuestro aprendizaje de cómo ser buenos padres y madres, los mejores que seamos capaces. A partir de ahora deberemos mantener un habitual intercambio de impresiones con las profesoras, y tendremos siempre presente que es con nosotros como van a seguir aprendiendo más y mejor a ser como se debe. Para ello, claro, hablaremos mucho con ellos, sobre todo cuanto más capaces sean de expresarse, e intentaremos comprender cómo son para acompañarlos en su propio descubrimiento del mundo.

¿CÓMO SOY? ¿QUÉ NECESITO?

Soy MUY mayor. No me parezco en nada a esos enanos que también hay en el Jardín, pero casi no saben andar, chillan de forma desagradable, necesitan pañal e incluso pierden baba por entre los labios. Los bebés son muy graciosos (sobre todo cuando están limpios y sonrientes, o dormidos), pero está claro que no se pueden comparar conmigo. ¡Yo ya voy al salón de los niños grandes!
Así que me gusta que me tratéis como lo que soy: mayor. Bueno, no siempre... Lo que trato de decir es que quiero que me consideréis mayor muchas veces. ¡Pero no dejéis de darme mimos, de contarme cuentos, de jugar conmigo, de levantarme por los aires, de venir si os llamo asustado o porque me he dado un buen golpe! 
En el Jardín aprendo y me suceden muchas cosas. De todo tipo: buenas, malas, divertidas, aburridas, apasionantes, tristes, fastidiosas… Si me echáis una mano creo que seré capaz de contároslas. Como sois mis papás, estoy seguro de que os interesarán muchísimo. Algunas, eso sí, no me apetecerá compartirlas. Y a veces me inventaré cosas que no hayan sucedido. Escuchadme igual, ¿vale? Me gusta mucho hablar con vosotros, y jugar con vosotros, y estar con vosotros. 
Si me preguntáis qué es lo que más necesito y me gusta hacer, entre las cosas más importantes que se me ocurren están esas. Y, además, estas otras:

Estas son algunas de las cosas que ya sé y me gusta hacer:
• Correr, saltar, colgarme, conducir mi triciclo, subir y bajar escaleras... Me encanta hacer todo eso que llamáis “no parar”.
• Hacer preguntas. ¡Ojalá hubiese aprendido antes a preguntar! ¡¡Es muy entretenido! Las cosas que primero no conoces y luego por fin conoces porque te las cuentan o explican son fascinantes.
• Escuchar música y seguir el ritmo. ¡Bailar con vosotros es chévere!
• Colorear y dibujar.
• Soy ya capaz de proezas mentales tan increíbles como poner nombres a todos los colores, montar puzles sencillos, contar como poco hasta cinco o memorizar cuentos y canciones.
• También sé vestirme, desvestirme e ir al baño sin ayuda, aunque para limpiarme aún necesito de vuestra ayuda y consejo 
• ¡Y es que también estoy aprendiendo muy bien a jugar con las emociones! Las mías y las vuestras…
• De todos modos, cuando me ayudan, no me olvido de decir “por favor” o “gracias”.
• Otra cosa que me gusta mucho es jugar a los papás y las mamás con otros niños de mi edad.

Estas son el tipo de cosas que necesito:
• Que estéis atentos a ver qué hago y a dónde voy. A veces me da la impresión de que corro tanto que soy capaz de desaparecer más allá del horizonte sin darme cuenta, o de subir más arriba de lo que debo…
 • Que me dejéis colorear y dibujar como me apetezca y con la mano que me apetezca. Y que dibujéis y coloreéis conmigo.
 • Que me enseñéis a concentrarme un rato en una sola actividad si veis que me cuesta. Hay cosas que a vosotros os parecen fáciles, pero a mí no tanto.
 • Que cuando os pregunte, me digáis siempre la verdad y de forma que yo la entienda. No me gusta nada descubrir que me estáis contando una mentira. ¡Ya comienzo a saber diferenciar los cuentos de la realidad!
 • Que me contéis y leáis muchísimos cuentos. La realidad y los cuentos son igual de fascinantes.
 • Que escuchéis mis historias. Aunque a veces me enrede un poco.
 • Unas normas claras para convivir con vosotros y con los demás. Así me es más fácil. Y apoyo para ayudarme a pensar qué ha sucedido si tengo algún conflicto con mis hermanos o amigos.
 • Responsabilidades. ¡Eso significa que de verdad pensáis que soy mayor! Por ejemplo, colocar siempre mi ropa sucia en la caneca.
 • Que me contéis muchas veces cuáles son mis cualidades. Y me animéis con cariño a superar mis defectos.
 • Ah, me olvidaba, las palabras mágicas: “por favor”. Por favor haced todo eso.

Finalizamos aquí el artículo de esta semana, dedicado al rango de edad de 3 a 4 años. Nos vemos la próxima semana con un nuevo artículo.

lunes, 4 de junio de 2018

MIRA CÓMO CREZCO. DE LOS 2 A LOS 3 AÑOS



Preparados, listos… ¡YA!

Arranca a esta edad uno de los motores más importantes de cuantos van a propulsar durante toda su vida la maquinaria intelectual y emocional de tu hijo: la curiosidad.
Te va a preguntar tantas veces el por qué de esto y de aquello que vas a acabar teniéndote por una especie de enciclopedia andante. Lo más probable es que te sorprenda descubriendo cuánto sabes de algunas cosas, y qué poco de otras. 

Y ojo, porque tu pequeño tiene una memoria de elefante para todo, y una capacidad de relación muy superior a la que imaginas. De modo que, si no eres sincero en tus respuestas, y por ejemplo le contestas de forma rápida y sin pensar algo que no es verdad, lo único que lograrás será confundirle, y con ello provocar en él muchas más preguntas que te obligarán a desenredar la madeja poco a poco...

Y es que no aconsejamos mentirle ni engañarle jamás, aunque el cansancio o las preocupaciones te tienten a ello para que no te siga preguntando. Recuerda que, a esta edad, para él, o ella, papá y/o mamá son una fuente de información absolutamente fiable y segura. Eres nada menos que su mamá o su papá: ¡La persona más sabia del mundo! ¿Lo que ti le digas, irá a misa!

Y por supuesto, hay que evitar regañarles por ser curiosos. Al contrario, debemos demostrarles que la curiosidad es la mejor herramienta para descubrir y comprender el mundo, y la conversación una de las mejores formas de ponerla a trabajar. Para ellos, el continuo cuestionamiento de la realidad (“¿qué es esto?”, “¿para qué sirve aquello?”) es un gran ejercicio intelectual que les permite sentirse tan vivos como cuando saltan, corren o cantan.

No os podéis ni imaginar la cantidad de cosas que estoy aprendiendo:

A decir frases con muchas palabras, a pedalear en mi triciclo, a dar patadas fortísimas a la pelota, para que vaya muy lejos. A quitarme la ropa, a… Pero, la cosa que mejor sé hacer, esa de la que me siento más orgulloso, es una que sé que además os hace muy felices: cada vez soy mejor aguantándome el chichí y el popó durante el día. Te conozco que no es fácil…pero ya casi lo consigo sin pensarlo.
Es verdad que a veces me enredo con el botón del pantalón, o que espero demasiado a avisaros porque estoy muy entretenido jugando, y cuando corro a que me ayudéis, ya es muy tarde… Pero en general creo que lo hago muy bien y que me merezco esas felicitaciones tan festivas que me hacéis cuando todo sale como debe.
Dentro de nada me atreveré a intentar aguantar también el chichí por la noche. Pero tranquilos, que ya llegará ese momento cuando toque. Por ahora los pañales son una buena compañía, y además tengo muchas otras cosas a las que dedicarme.

¿CÓMO SOY? ¿QUÉ NECESITO?

Estas son algunas de las cosas que ya sé y me gusta hacer:
• Preguntarlo todo. Bueno, de esto ya os habéis dado cuenta. Por cierto, ¿por qué se preguntan cosas?
• Escuchar una y otra vez los mismos cuentos, rimas y canciones.
• Dedicar mucho más tiempo que antes a una tarea.
• Tener rabietas. También me he dado cuenta de que soy muy hábil en esto. Por cierto, he observado que otros niños consiguen que sus padres les hagan muchísimo caso cuando se ponen caprichosos. ¿Por qué yo no?
• Sé darme cuenta de cuándo estáis enfadados, tristes o contentos. Lo que más me gusta es que estéis contentos. ¿Por qué estáis a veces tristes? Y ya sé que a veces os enfadáis un poco conmigo… ¡Eso no me gusta!
• Me gusta mucho jugar a que hago cosas de mayores: jugar con una cocinita, o a que plancho, o a que conduzco un coche.

Estas son el tipo de cosas que necesito:
• Que me habléis de forma normal, y no como a un bebé, ni repitiendo las palabras que pronuncio mal, aunque os haga reír mucho, es mejor que no me las repitáis.
• Que dejéis que intente explicarme, por mucho que a veces me cueste. Vuestra atención en esos momentos difíciles es uno de los regalos que más me gustan.
• ¡Que me digáis que me queréis mucho! Me gusta saberlo, estar muy seguro, escuchároslo. Me hace sentir seguro y bien.
• Que me digáis tanto lo que hago bien como lo que hago mal, y no sólo esto último. Y si os enfada algo que he hecho, no me hagáis creer que no me queréis o que estáis dispuestos a abandonarme. Ni siquiera un rato.
• Tiempo para jugar a solas. Me encanta jugar con vosotros, con los abuelos y con otros niños. Pero también necesito mi propio tiempo con mis juguetes.
• También necesito que me enseñéis a esperar mi turno. A menudo no me sale muy bien esperar.
• Y que cuando tenga una de mis grandes rabietas tengáis paciencia y esperéis a que vuelva la tranquilidad para explicarme bien lo que ha sucedido. Porque... ¡Para todo hay un porqué! ¡Y vosotros sabéis los porqués de todo!

Finalizamos aquí el artículo de esta semana, dedicado al rango de edad de 2 a 3 años. Nos vemos la próxima semana con un nuevo artículo.

domingo, 27 de mayo de 2018

MIRA CÓMO CREZCO. DE LOS 18 A LOS 24 MESES



La mayoría de las cosas las aprendemos por imitación. El idioma, el acento, la forma de comportarnos en sociedad o de comprender el mundo. Todo esto lo debemos a la forma en que actúa nuestro entorno más inmediato: familia, amigos, compañeros... Sobre todo, cuando somos pequeños. En ese momento todavía nos queda muy lejos el momento de comenzar a desarrollar nuestro propio criterio.

A partir de los dieciocho meses las antenas receptoras de cuanto pasa a nuestro alrededor comienzan a trabajar a una potencia sólo comparable con la capacidad de absorción y ordenación en el cerebro de la información que captan. Esto no quiere decir que hasta ahora no lo hicieran, ni mucho menos. La ciencia no deja de asombrarse del funcionamiento de la mente infantil desde la primera edad. Lo que sucede es que es en este momento cuando se comienza a adquirir una creciente capacidad de comunicación, la cual permite una comprensión cada vez mayor del entorno humano y material, así como una progresiva habilidad para imitar comportamientos. Tanto positivos como negativos...

En esta etapa, mamás y papás comienzan a verse cada vez más reflejados en algunas o muchas de las actitudes de sus hij@s. Esto quiere decir que hemos de empezar a tener más cuidado nosotros mismos, pues una parte muy importante de cuanto les transmitamos va a ser mediante una vía que no controlamos del todo: eso que denominamos “nuestra forma de ser”. Si hablamos muy alto o gritamos cuando nos enfadamos, ellos seguro harán lo mismo. Si no saludamos a las personas con las que nos encontramos o al llegar a algún lugar, ellos tampoco lo harán. Si no damos las gracias cuando nos hacen un favor, tampoco ellos lo harán. Si no nos sentimos a gusto en según qué circunstancias, ellos percibirán y harán suya nuestra inquietud. Por supuesto, no se trata de forzar situaciones, sino de ser conscientes de qué les estamos transmitiendo, e intentar cuando sea posible corregir ese tipo de descuidos en los que caemos a menudo. Por ejemplo, hay personas que no pueden evitar ponerse muy nerviosas si ven cerca un perro, por pequeño que sea. Pero sí pueden intentar no reaccionar de forma exagerada, y comunicar en consecuencia que esa es la forma de reaccionar ante estos animales.

Estamos a la entrada de una nueva etapa en el desarrollo de los pequeños. Una vez más, es apasionante.

Pero ¿qué es lo que nuestr@s pequeñs necesitan para aprovecharla de forma óptima?


¿CÓMO SOY? ¿QUÉ NECESITO?
Ya estoy lanzado. ¡Allá voooy! No sé si os habréis dado cuenta, pero si me lo propongo soy capaz de alcanzar a la carrera velocidades supersónicas. Además, lo de subir y bajar escaleras ya no tiene secretos para mí… Siempre que me cojáis de una mano, claro. Hay muchas cosas que ya me gusta hacer por mi cuenta, y otras en las que me arreglo mejor si me ayudáis. Para eso sois mis papás, ¿no? 

Por ejemplo: soy capaz de comer con cuchara sin que nadie me ayude…ya sé que me mancho, y que se me cae mucha comida en la mesa y al suelo, que dejo el vaso tan inclinado que en vez de ponerse recto se cae de lado y empapa todo de agua. Pero… ¿a que cada vez lo hago mejor? Bueno, yo creo que sí… Y me llena de orgullo saber que así es. A vosotros también, ¿verdad? 


Estas son algunas de las cosas que ya sé y me gusta hacer:
  • Ir de vuestra mano. He podido ver que cuando me cogéis de la mano vais algo inclinados. Espero que no os duela mucho la espalda después.
  • Me encanta hacer dibujos, mezclar colores y garabatear.
  • Decir hola y adiós con la mano, e incluso de palabra.
  • Señalar con mi dedito partes de mi cuerpo según las vais nombrando.
  • Ver cuentos, y mejor si me los leéis al mismo tiempo. También mirar fotografías, y señalar en ellas detalles que seguro que a vosotros os pasan desapercibidos.
  • Decir con mucha claridad “sí” y “no”. Y unir unas palabras con otras, como vosotros.
  • Dormir en una cama, como una persona mayor. 
  • Por el día, empiezo a ser capaz de aguantarme mis necesidades…aunque reconozco que no es tan fácil acostumbrado a la comodidad del pañal...
  • Cuando no sé hacer algo sé pediros ayuda.
  • Me encanta además imitaros: hacer que hablo por teléfono, que me peino…

Estas son el tipo de cosas que necesito:
  • Espacios amplios, y también abiertos, y sin obstáculos peligrosos, para caminar y correr cuanto quiera. 
  • Muchos sitios para explorar.
  • Música y canciones de ritmo fácil. Me gustan mucho esas en las que tenemos que hacer gestos en algunas partes. Y las que son muy repetitivas.
  • Que me dejéis jugar con objetos pequeñitos. Pero vigiladme, ¿eh? porque muchas veces se me ocurre metérmelos en la boca.
  • Que me expliquéis lo que hacemos juntos, y me digáis los nombres de las cosas que hay a nuestro alrededor. Aunque no lo parezca, voy tomando buena nota.
  • Juguetes de esos de montar: puzzles y construcciones fáciles, por ejemplo.
  • Que me animéis a vestirme y desvestirme por mi cuenta. Aunque tarde mucho. 
  • Que me felicitéis por comportarme de manera adecuada o agradable, y seáis sensibles y amables, pero firmes, cuando desaprobéis lo que hago. 
  • Y no me castiguéis cuando os moleste algo que hago, ya sea por ponerme a mí mismo en peligro o por romper algo. Aún me cuesta un poco comprender los castigos. Cuando somos tan pequeñitos, son lo peor que existe. Además, precisamente para explicar las cosas se inventaron las palabras, ¿verdad?


Finalizamos aquí el artículo de esta semana, dedicado al rango de edad de 18 a 24 meses. Nos vemos la próxima semana con un nuevo artículo.

domingo, 15 de abril de 2018

MIRA CÓMO CREZCO. DE LOS 12 A LOS 18 MESES



La vida no es una carrera de obstáculos, sino de retos. Por eso es tan importante aprender a afrontarlos bien desde bebés. La finalidad es poder combatir las frustraciones de forma positiva y resolver de buena manera esas tareas tan complicadas que a veces parecen imposibles. Porque a ser prudentes también se aprende.
En otras palabras: tarde o temprano, en torno a esta edad, tu bebé decidirá́ emprender él solito la ascensión de una escalera, o la exploración de un parque pasito a pasito. Mamás y papás asistimos a estos primeros pasos en su personal descubrimiento del mundo con una mezcla de orgullo y terror. Pero no debemos dejarnos llevar por este último. El subir una escalera entraña sus riesgos cuando todavía no tienes año y medio, pero es una estupenda manera de ejercitar la decisión y la audacia, de conocer lo que te rodea, los límites de tu propio cuerpo. Nuestra actitud como padres debe ser vigilante, cariñosa, y por supuesto medida: ni demasiado proteccionista, ni demasiado confiada. Igual que los aprendices de montañeros no comienzan por ascender el Everest, unos pocos escalones son ideales para que el bebé comprenda por sí solo, pero con nosotros al lado, los riesgos de este nuevo reto, así como las virtudes del éxito y, como no, lo que son las escaleras, ¡claro! ¡No vamos a poder cerrar todas las que encuentre de aquí́ en adelante!
La exploración de su entorno no puede limitarse a ser visual. Debemos ayudarle a que lo descubra con todas esas herramientas que tanto le fascinan: sus sentidos. Y estar pendientes para evitarle los peligros. A esta edad le encantan los agujeros, meter en ellos los dedos y ver qué pasa. Pero claro, el mundo está lleno de enchufes. La solución no es prohibirle los agujeros, sino tapar los enchufes para que no meta sus deditos en ellos.
Si vemos que su actitud entraña algún riesgo, debemos trasmitirle nuestra desaprobación a la vez con suave firmeza y cariño, celebrando cada vez que nos hace caso. No con regaños bruscos, gritos o cambios de humor, pues así́ sólo lograremos desconcertarlo o asustarlo, no enseñarle.
Y es que, aunque no nos demos cuenta, a esta edad el pequeño también está aprendiendo los mecanismos del autocontrol. Y los de la comunicación verbal, y del uso de la memoria. Si nos parece que su cuerpo crece a toda velocidad, no podemos ni imaginar lo que sucede con su pequeño cerebro.
·    ¿CÓMO SOY? ¿QUÉ NECESITO?
Me parece que ya he entendido por qué os cansa tanto ese juego tan divertido de yo tirar cosas y vosotros recogerlas. ¡El suelo está mucho más lejos de vosotros que de mí! No hay problema: ya sé agacharme a recogerlas. Y francamente, me parece que lo hago mucho mejor que vosotros. Lo que no consigo todavía es pasaros la pelota con la habilidad que tenéis vosotros... pero cada vez lo hago mejor, ¿verdad? Por eso me encanta ese juego.
Ahora que mis dos piernitas me llevan de aquí́ para allá́ también con cada vez mayor capacidad de tracción y velocidad, voy descubriendo en casa muchas posibilidades de entretenimiento muy interesantes: vaciar de ropa de los cajones más bajos, por ejemplo. Ya, ya sé que los de la cocina son peligrosos... También me encanta llenar mi habitación de juguetes tirados por el suelo, y muchas otras cosas. Estas son sólo algunas de ellas:
Estas son algunas de las cosas que ya sé y me gusta hacer:
  • Caminar. Ya sea yo solo, con algún problema de equilibrio, o empujando un carrito. Puedo seguiros de aquí́ a allá́ si no os vais muy deprisa, ¡A partir de ahora seré́ vuestra sombra!... bueno, no siempre. Cuando comprobé que llego más lejos y más rápido caminando en lugar de gateando, decidí́ que ningún lugar iba a ser secreto ya para mí. ¡Me encanta explorar! Dentro de muy poco caminaré muchísimo mejor. Así́ que prepararos.
  • También sé quitarme los calcetines sin ayuda de nadie.
  • Y hacer garabatos con colores en un papel.
  • Y usar la cuchara para comer. No con vuestra asombrosa habilidad, pero cada vez mejor.
  • Y me sé los nombres de muuuuchas cosas. Por ejemplo, si me decís partes de mi cuerpo ¡yo puedo señalarlas!
  • También me encanta jugar al escondite. ¡Es divertidísimo! ¿Jugamos otra vez?

Estas son el tipo de cosas que necesito:
  • Juguetes. Definitivamente, después de papá y mamá, los juguetes son lo mejor que existe. Mejor si son muy diferentes unos de otros en la forma, la textura y los colores. Me gustan mucho las pelotas, ya sabéis. Y las cajas. Y esos juegos de buscar la pieza que encaja forma del agujero...
  • Charla. Ya sé que no puedo responderos a todo, pero me encanta que me contéis cosas mientras me bañáis, me vestís o mientras como.
  • Que me escuchéis, aunque no entendáis nada.
  • Rimas y canciones. ¡Me encantan! Repetídmelas una y otra vez, por favor.
  • Modelos de conducta. Ya sé que suena raro que un bebé pida algo así́, pero ya habréis notado que me fijo constantemente en vosotros. Estoy aprendiendo a cómo hay que reaccionar ante las alegrías o los problemas observando cómo lo hacéis vosotros.
  • Limites… para mi seguridad, claro. Prefiero que me enseñéis a evitar los peligros antes que descubrir por mi cuenta por qué son tan malos.
  • Comprensión. Veréis: ya sé que debo compartir MIS juguetes, porque me lo repetís siempre. ¡Pero a veces no puedo evitar enojarme cuando lo hago!

Finalizamos aquí el artículo de esta semana, dedicado al rango de edad de 12 a 18 meses. Nos vemos la próxima semana con un nuevo artículo.