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De
repente, el bebé comienza una imparable carrera de explorador. Una mañana lo
descubriste agarrándose a la pata de una silla, tomando impulso con las piernas
y elevando su colita del suelo con esa elegante parsimonia de quien parece
saber muy bien lo que hace.
Alegra
mucho ver cómo brota de él esa motivación natural, ese empeño por la superarse que
esperas que le acompañe durante toda su vida.
Un día
el pequeño descubre que encima de las mesas hay objetos muy interesantes y que
llaman rápidamente su atención: manteles que resbalan con todo lo que tienen
encima, platos llenos de comida, cubiertos muy brillantes, teléfonos, papeles
de esos que se llaman “importantes”, gafas, ...
Otro
día papá y mamá os alarmáis porque lleva un buen rato sin hacer ruido. Cuando vais
a buscarlo, lo encontráis en vuestra habitación...investigando el fondo de un
cajón que se había quedado abierto a su. No había dejado prenda sin sacar ni
revolver, y cuando llegáis toda la ropa esta amontonada a su alrededor como si
fuesen grandes trofeos de caza. ¡Había llegado hasta allí gateando!
Así
que decidís comprar un parquecito con valla para ponerlo en el salón, uno lo
suficientemente amplio para que quepan un montón de juguetes y él pueda ir de
aquí para allá entre ellos. Pero esto genera otro problema. Cuando el pequeño se
cansa de jugar solito, se agarra a los barrotes, se incorpora y comienza a miraros
desde allí dentro con ojos a la vez curiosos y tristes. Y claro, os remuerde un
poco la conciencia.
Y por
si fuera poco…ya os llama. Por vuestros nombres: Papá. Mamá. Es decir:
“¡Ppaa-ppaa! “, “¡Mmma-mmmaa!”. Cuando lo hizo por primera vez fue una gran
noticia. Pero ahora hay momentos del día en que lo repite como un loro fuera de
sí, reclamando vuestra atención sin cesar.
Cuando
acudís se pone contentísimo, y esa alegría suya es de lo más contagiosa. Poco a
poco comenzará a balbucir palabras. Cada vez más. Y a entender cada vez mejor
cuanto le digáis. Hay sobre todo una palabra que le llama muchísimo la
atención, y que a menudo le hace cambiar totalmente el gesto y miraros con ojos
muy grandes. Esa palabra es: “NO”.
A lo
largo de los próximos años, los papás repetirán esa palabra más veces que en
toda vuestra vida: “NO”. Así que es mejor empezar desde ahora mismo a
acompañarla siempre de una actitud positiva y una breve explicación. De esta
manera tanto el pequeño como papá y mamá se sentirán mucho mejor cada vez que
sea necesario utilizarla
· ¿CÓMO
SOY? ¿QUÉ NECESITO?
Ya
soy una persona como vosotros: vertical. Aún no he conseguido avanzar en esta
posición tan interesante, pero tranquilos que estoy empeñado en conseguirlo. Como
habréis comprobado, cada vez me intereso más por cualquier rincón de la casa. Ya
manejo perfectamente la técnica del gateo, y gracias a ella consigo ampliar
cada vez más mi radio de acción.
Mis
juguetes también me gustan cada vez más, son extraordinarios compañeros. Tanto,
que a menudo se me pasa el tiempo jugando con ellos en ese parque tan chévere que
me habéis instalado. Imagino que esa valla será para que no se escapen. Pero
veo un problema: cuando estoy dentro, yo tampoco puedo salir. Y cuando estoy
fuera, no puedo entrar. ¡Menos mal que basta con llamaros! Entonces podemos
jugar juntos, que es mucho más divertido.
¡Soy
muy divertido! Me doy cuenta de lo mucho que os reis con las cosas que hago y
digo. Además de una persona cada vez más vertical, soy también cada vez más
gracioso. ¡Y más capaz de hacer todo tipo de cosas! Estas son algunas de ellas:
Estas
son algunas de las cosas que ya sé y me gusta hacer:
- Cambio
de postura en el suelo con gran habilidad: de tumbado a sentado, de a gatas a
de pie apoyado en algo...Y vuelta a empezar.
- Sé
meter y sacar todo tipo de cosas de una caja. Es muy interesante ver cómo
desaparecen dentro y cómo vuelven a aparecer después en mi mano.
- Ya
soy capaz de coger objetos muy pequeños entre el índice y el pulgar.
- Sé
señalar a un objeto o persona conocidos si me preguntáis dónde está.
- Y si quiero, también lo señalo e intento decir su nombre, o algo que se parezca.
- Me
encanta probar una y otra vez a mover o tocar algo para ver qué pasa. Por
ejemplo, el interruptor de la luz.
- Ya sé
beber de un vaso con sólo un poquito de ayuda.
- Ya sé
comer con las manos. La verdad, no entiendo cómo no probáis a comer con las
manos más a menudo. Mancharse es fascinante.
Estas
son el tipo de cosas que necesito:
- Paciencia.
No para mí, sino para vosotros. Aún no camino, pero pronto aprenderé. Y sí,
empiezo a ser un poco travieso...
- Jugar
con vosotros. No hay nada que me haga más feliz. Por ejemplo, jugar a que me
escondéis los juguetes y yo debo encontrarlos. O a hacer ruidos. Tú haces unos
ruidos graciosos y yo los repito. ¡Guau! ¡Miau! Etcétera.
- Y a
decir algunas palabras. Pero tenéis que decirlas bien… ¿Cómo voy a aprender a
hablar bien si repetís lo que yo digo mal, por mucha gracia que os haga?
- Me
llaman mucho la atención que las partes de mi cuerpo tengan nombres. ¿Me las podéis
repetir en cada baño por favor?
- Que
me dejéis empezar a descubrir el mundo por mí mismo. No me digáis todo lo que
pasa cuando voy a hacer algo. Permitidme que lo descubra yo.
- Como
no entiendo aún mucho de lo que me contáis, me fijo muchísimo en vuestra
actitud y tono de voz para intentar comprender lo que pasa.
- Dejadme
solito de vez en cuando, siempre y cuando no haya peligros alrededor. La
soledad es otro aprendizaje. Además... ¡Ya veréis como me pongo de contento cuando
aparezcáis de nuevo!
Hasta
aquí nuestro artículo de esta semana. Nos vemos la próxima semana con un nuevo
artículo.
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